dimarts, 27 de novembre del 2012

Las cosas están cambiando. No me gusta admitirlo, pero es así. La gente cambia, el tiempo y la vida pasan y el café se enfría. Lo peor de todo es darte cuenta de ello. Ver como gente que es necesaria en tu vida, se va alejando poco a poco, ver como lo que antes era... ya no es.
¿ Qué ha sido del amor? Los "te quiero" se están perdiendo y últimamente carecen de sentimientos. Ahora no quieres a una persona que te acompañe toda tu vida, ahora solo quieres un polvo. Sin compromisos, ni explicaciones. ¿Qué es del romanticismo? 
¿Qué ha sido de la personalidad? Antes los que querían ser diferentes, eran diferentes. Ahora el que quiere ser diferente, es igual a los demás. Ahora se llevan cosas que antes tú las llevabas y te miraban mal. 
¿Qué ha sido de la amistad? Antes los amigos duraban toda la vida. Un amigo siempre daba sin esperar nada a cambio. ¿Dónde ha quedado ahora eso? Ahora todos te buscan por interés en algún momento u otro. La mayoría, a la mínima, te apuñalan y salen huyendo. 
Pero es cierto, no podemos vivir en el pasado, en la misma rutina de siempre. Y a pesar de todo, por mucho que las cosas cambien y la vida pase o las personas se distancien, siempre seré yo. Ya no es por mí, sinó por ti. Porque si, siendo yo, conseguí gustarte, me sirve. 
Porque, como siempre, todo empieza y acaba por ti. Porque sí, no hay razón. Es necesidad. Necesidad a escribir, sabiendo que nunca lo leerás, que te echo de menos y que me ahogo si no estás. ¡Que me falta el aire si te vas! Que, te parecerá una tontería, pero eres más que yo en mí. Es difícil de explicar, pero ya no soy yo el punto principal en mi vida; ahora eres tú. Y no sé si eso es bueno, o es malo. Porque yo no soy el tuyo, ni espero serlo nunca. Porque a mi me mata pensar que tienes novia, pero me alegra pensar que has encontrado a alguien mejor que yo, que te hace feliz y todas esas cosas... que yo no puede hacer. No te voy a mentir, desde que te has ido, o me he ido yo, según como se mire, toda mi vida se ha ido yendo a la mierda poco a poco. He visto caer mi mundo en picado lentamente, y ver que la única persona que podía hacer algo para arreglarlo eras tú, y no hacías nada,  me dolía. Porque no hiciste nada, pero yo tampoco te conté nada. No te conté las noches que te eché de menos llorándote todo un mar, ni los días que se me hacían eternos sin mensajes tuyos. Ni la extrañeza que nunca se iba cuando te veía conectado y no podía hablarte, o no debía hacerlo. 
Se acerca la Navidad, y ambos sabemos que significa eso. Nos volveremos a ver antes de que pueda volver a decir que te he echado de menos todos los días desde que te vi por última vez. Y, no te escribo esto para darte lástima o para que sientas otra vez cosas que ya sentiste. Si pasa eso, que sea de verdad y porque tú lo sientas. Porque, aunque no te lo haya dicho nunca, estoy segura de que lo sabes. Porque no eres tonto, siempre has ido más adelantado que yo. Y sabes que te quiero. Porque nunca me enfadé contigo cuando acabaste con todo. Me enfadé conmigo, por no haber estado a la altura, a tu altura. Te mereces más y mejor. Pero a veces me engaño a mi misma y me digo que yo podría ser ese "más y mejor" tuyo. Porque, tú eres y serás el mío. Simpre. Que no se te olvide, por favor. Y tampoco me olvides a mí, porque sabes que yo no soy capaz de hacerlo. 
Es que, me gustaría decirte tantas cosas, que no sé ni por cual empezar. No hay palabras inventadas suficientes. No las hay, te lo aseguro.
Y por último; hasta que llegue Navidad y te vuelva a ver, estaré esperando a que vuelvas a aburrirte para hablarme. 

Mira al espejo y dime qué ves.

Veo a una chica, de 15 años, pero quizás aparenta unos pocos menos. Lleva el pelo despeinado y ondulado. Va maquillada, tiene los ojos de muchos colores, pero son bonitos, marcados con una raya negra y puede que un poco de rímel. No está gorda, tampoco anoréxica. Va vestido muy informal, no le gusta ir arrelgada sin una buena razón. Lleva una dilatación rosa en la oreja izquierda, y una marca en su oreja derecha que la identifica como única. Lleva un reloj digital, dos gomas de pelo y una pulsera muy vistosa y colorida. Se nota que nunca se quita esas cosas de sus muñecas ya que algunas están algo desgastadas. No me gusta mucho lo que estoy viendo. Es diferente. A todo y todos, a los estereotipos, a la sociedad. No le gustan ni el "buenos días princesa" ni los "te amo mi amor". Nunca se los ha creido. Es una persona que tiene muy claro lo que quiere y lo que no, pero ni ella misma se comprende. Quizás, en algunas ocasiones, es infantil, pero sabe divertirse. No escucharás un "te amo" de su boca, y si dice alguna vez "te quiero", es porque de verdad lo siente. Siempre es la que quiere más. La han traicionado, ha tenido novios, cada uno peor que el anterior; todos han terminado saliendo ranas. La han engañado de la forma más ruïn que puede haber. Le han quitado algo que jamás le podrán devolver, y, lo peor de todo, es que ella misma fue la que se lo entregó. Desde entonces, no cree en Cupido, y odia depender de otra persona para poder ser feliz. Tampoco cree en el día de San Valentín. La chica está llorando, no le gusta hablar de si misma. No le gusta que le digan que se cree guapa o superior, porque hablan sin saber. No es perfecta, pero no quiere serlo. Odia su exterior, pero se quiere interiormente, porque sabe que si no lo hace ella, no lo hará nadie.


diumenge, 25 de novembre del 2012

El amor, es un ocho tumabo.

Llámame egocéntrica, pero en cuestiones de amor, casi siempre suelo llevar razón. Créeme que sí. Llámalo sexto sentido, llámalo suerte, llámalo don. Muchos dicen que me equivoco, que en cuenstiones de amor y de odio nadie tiene nunca la razón de nada. ¿Y eso por qué? Porque, según ellos, el amor siempre va cogido de la mano del destino. Y el destino no está en manos de nadie, es incontrolable. El destino no se equivoca nunca, somos nosotros los que no lo interpretamos bien. Yo creo que no es cuestión de amor, ni destino que dos personas se quieran, creo que es cuestión de... ¡yo que sé! El amor no existe, es una fantasía, o un juego del que todos nos volvemos adictos en algún momento de nuestras vidas. 
¿Sabes? Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la guerra y la violencia se practican a plena luz del día. Nos quejamos del amor cuando lo pasamos mal, cuando sufrimos por alguien y cuando dejamos que nuestro estado de ánimo dependa de otra persona. Nos quejamos del amor cuando estamos jodidos, o cuando nos enamoramos, que viene siendo lo mismo. A todo el mundo le avergüenza decir que está enamorado, pero nos enamoramos de tantas cosas, y sentimos amor hacia tanto, que la persona que sea capaz de mirarte a los ojos y decirte que está enamorada de ti, es una persona que no teme a nada. ¡Odiamos el amor! Dejar de decirme que no tengo razón cuando sabéis que sí. El amor es una ilusión, un desafío para los más valientes, un pasatiempo eterno.
Y tú, me dirás que las cosas caducan, se pierden. Como la juventud; la juventud que ahora ya no sabe que es eso de amar. Se podría decir que somos viejos, porque mi paciencia ha llegado al límite, en este tema. Porque ya nadie ama, nadie espera que un destino les junte con otra persona. 
Y yo, te preguntaré:
¿Tú no amas? No me lo creo.
Por supuesto que amas.
¿A quién?
A alguien, a algo, a cualquier cosa que te haga sentir bien, o cualquier cosa por la que serías capaz de dar tu vida sin arrepentirte o acobardarte. Porque yo creo que en eso consiste amar. Amar. Bonita palabra. Más extensa que el querer, más profunda y con más sentimiento. Amar, amar por encima de todo. Todo, también es una palabra muy grande. Como tú. Tú también eres grande. Aunque no creas en el amor, aunque no creas en mí ni en mi idealogia del amor. 
Pero eso, eso es otra historia.
Cuando se trata de amor, no hay historias diferentes, ni iguales. El amor es amor, en todas y cada una de sus conjugaciones. Seas viejo, joven, o... muerto. El amor, es amor. Estés donde estés. Seas quién seas. Ames a quien ames. 
Sí, lo sé. Soy una pesada.
Y lo seguiré siento hasta que nos muramos.
Quizás yo me voy primero, o quizás no. Eso no importa.
La cuestión, es que no habrá final. Porque el amor... ¡ay, el amor! El amor no entiende de destinos, ni finales, ni principios éticos. El amor... el amor es infinito.
Como nosotros.

dissabte, 24 de novembre del 2012

Someone like you.

Antes de que digas nada, y rechaces todo esto por completo, dime al menos dónde puedo encargar a alguien como tú. Igual a ti. Aunque sea una copia barata, yo me conformo. Pero encárgate de que venga con todos tus defectos. Pídeles que plagien tu forma de ser, y tu estúpida manera de reírte de mí. Que hagan una fotocopia de la manera en la que intentas ignorarme y hacer como que me buscas por encima de un metro de mi cabeza. Lo quiero igual que tú, como un clon. No me importa pagar de más. Diles que no se queden cortos copiando tus detalles, que no cambien ni tus ideologias. Que siga sabiendo lo que quiere, y hasta qué punto. Que se le gasten las horas de sus días, y venga a robarme las mías. Aprovecha la oferta y diles que le envíen con solo ganas de mí. Y si no es posible, asegura mi corazón porque últimamente, no está muy bien, y no quiere ver a nadie más que no seas tú. 

Me he dado cuenta de que todo lo que tengo alguna vez se irá.

Me niego. Me niego a ver a esa pequeña niña rubia de ojos azules, llorar. Me niego a verla entrer al instituto y que la hagan sentirse mal consigo misma. Me niego a que la juzguen por sus gustos, a que la traten mal por se diferente a las demás. Me niego a ver que no se sienta querida, porque yo la quiero. Me niego a verla crecer, porque ayer era solamente una criatura. Porque ayer corría por las calles para desgastar las zapatillas, porque lloraba cuando le ponía una canción triste. Porque solo era una niña que me obligaba a ver el especial de los Simpsons todas las Navidades, aunque nos lo sepamos de memoria.
Me niego a que este año no me obligue a verlo. Porque verlo, no es nada comparado con verla crecer. Porque en algún lugar de su corazón, sé que es tan sensible como yo. Y también sabía desde la primera vez que la miré a los ojos que, aquellos cuatro meses menos no iban a significar nada. Y también sé ahora cada vez que la miro a los ojos que no quiero que la hagan sufrir. Que quiero que sonría como lo hacía antes, como cuando aún éramos niñas. Porque ahora sé que de sus ojos azules brotarán lágrimas cuando entre en su casa y vuelva a su infierno. Y solo puedo rezar para que no tenga que pasar por lo mismo que yo, para que siga impresionada cuando mire lo bonita que es la luna llena. No dejaré que la hagan daño, y menos que rompan su corazón. Porque nunca estará sola, a pesar de estar lejos.
Daría lo que fuese para que estas navidades cuando esté en cada de mis abuelos, durmiendo muerta de frío, me agite mientras diga "¡Despierta!", para que no esté mucho rato durmiendo y pasar más tiempo juntas; porque recuerde cuando el abuelo entra en casa para darnos chocolate; daría todo lo que tengo para que no se levante un día y no recuerde cuando corríamos por la casa con los pies descalzos o nos sentábamos en las escaleras a jugar. Yo lo sigo recordando. Porque daría todo lo que tengo, una vez más, para que ella nunca sepa lo que es llorar hasta que se te nublan las ojos y no puedes ver nada porque las lágrimas lo cubren todo mientras caen al suelo.
Ahora todo es divertido, no tienes errores de los que arrepentirte, el mundo está de tu lado, no estás rodeada por las normas de la sociedad. No hay problemas que te quiten el sueño. No quieras crecer. 
Porque solo es mi prima, mi prima cuatro meses menor. Pero es una prima, que se parece a mí como si fuese una hermana. Será una payasada para vosotros, pero es una payasada de una chica que no quiere ver a su prima crecer ni hacerse fuerte a base de golpes y dolor.


Quererlo todo, y quedarte con nada.

Lo miraba detenidamente. estudiándolo detalladamente, esperando así, ser capaz de comprenderlo. Comprender por qué me hacía esto. Lo tenía delante, pero no sabía qué decirle después de todo lo vivido. ¿Un perdón?, ¿un gracias?, ¿un vete de mi vida y déjame en paz? En realidad, yo no quería paz. Yo le quería a él. A él y a su manía de hacerme sonreír. A él y su forma de ignorarme. A él y a su forma de mirarme. A él y a su forma de enfadarse conmigo y a los dos minutos decirme "te quiero tonta". Quería que me besara hasta mi boca se quedará seca. Quería fundirme con él todas las noches de mi vida. Quería quitarle esa máscara de chico sin sentimientos. Quería que fuera solo mío. Quería sentir su pulso acelerado encima de mi corazón.
Por eso, cuando por fin se dignó a mirarme, solo pude dibujar el contorno de sus labios y besarle. El beso sabía a un "adiós". Sabía a un "ya no podemos estar juntos". Amargo. Jodidamente amargo. Pero había que aceptarlo, cuando se quieren tantas cosas, al final, acabas perdiéndolo todo.


Fuiste, eres y serás mi primer amor.

El chico silencioso, se acercó por detrás y le dio un pequeño golpecito en el hombro para llamar su atención. Ella se giró enfadada con la persona que le estaba haciendo perder su momento de tranquilidad. Pero cuando vio al chico de ojos marrones y pelo castaño, enfrente suya, su mundo empezó a caerse poco a poco. Él le sonrió. Y a ella se le cayó de las manos la chaqueta y se puso rápidamente las manos en la boca, mientras por sus ojos no dejaban de caer lágrimas, imposibles de controlar. Era... él. Después de tantos meses, él volvía a aperecer en su vida. Y de repente, lo sintió. Eso que necesitaba desde hacía tanto tiempo. Podía volver a respirar, porque él estaba a su lado. Y él siempre había sido su aire, antes y cuando se marchó, siempre. El chico se acercó un poco más a la chica a la que más había querido en toda su vida y la abrazó con miedo a que ésta le rechazara. Ella lloró en su pecho desconsoladamente, mientras él acariciaba su pelo una y otra vez. 
- Te he echado de menos, pequeña. 
- ¿Qué haces aquí? -ella se separó de él a duras penas, se quedaron a milímetros y ella sintió que se volvía cada vez más pequeña, siempre le pasaba cuando él estaba a su lado. Era inevitable-. ¡Te odio! -y volvió llorar. A él le mataba verla así, y más si era por su culpa.
- He venido a por ti, no podía pasar un día más sin verte.
- ¿No crees que ya has dicho suficientes mentiras? Me haces daño cuando me tratas como si fuera una idiota. Una idiota de la que te quieres aprovechar. 
Y, como él intuía, ella no se había olvidado de todo lo que había pasado en el pasado. Nunca se lo perdonaría.
- Antes de que te vayas otra vez, ¿me puedes decir como conseguiste olvidarte de mí? -esa pregunta le dejó en punto muerto.
- No lo he conseguido nunca, princesa. No he olvidado tus besos, tampoco he olvidado el día que estuvimos todo el día en la cama, escondiéndonos del mundo, y ni mucho menos he podido olvidar el sonido de tu risa, esa que me vuelve loco. Y nunca, jamás, me he podido olvidar de ti, ¿sabes por qué?  Porque nunca se olvida a la persona que ha sido tu primer amor, a la persona que siempre tendrá tu corazón.

Desde que ya no estás.

Acabo de descubrir que solo eras un cobarde. Que huyes espantado del amor, como si fueras alérgico a ello. Cuando en realidad lo que más deseas es encontrar a esa chica que te vuelva loco. Es un pena que no fuera yo. Ni todas las demás. Tenías tu manera de hacer sonreír con pequeños detalles como un mensaje de buenos días a las ocho de la mañana. O un "¿a quién tengo que matar?" cuando me veías mal. Siempre sabías elegir las palabras adecuadas. Eras todo lo que necesitaba. Y, la verdad, es que no tengo nada malo que decir de ti, porque hasta tus manias eran adorables. Solo sé que desapareciste sin darme una razón. Y que tus "eres el amor de mi vida" eran más falsos que la zorra de la esquina. Tus promesas volaron con el último cigarro que te fumaste estando conmigo. Quizás tenías miedo a ser querido, a que alguien fuera capaz de dar su vida por ti. No te culpo, el amor es una mierda, o al menos ahora que ya no estás. 

Que te jodan, cariño.

Que le jodan a todo, al mundo y a su eterno egísmo, a ese lugar donde no deberías ir nunca. A las idas y venidas a ninguna parte. Y a lo poco que entiendo qué hago yo aquí, a las horas muertas del día que no le encuentro sentido a mi vida, a la distancia por la que nos perdimos el uno al otro. Que les jodan a los valienets cobardes, a los originales iguales y a esa gente que no se muere de hambre, pero sí de envidia. Que ñe jodan a callar lo que piensas, a las pocas ganas de hacer algo, a lo poco que le gusta el error al mundo. A los que no saben y hablan. Y a los que no hablan y saben. Que le jodan a todos mis fantasmas, a Pepito Grillo y a mi jodida conciencia. Que le jodan a los molinos con complejo de gigantes. Al techo contra la lluvia de ideas, a los paraguas que impiden calarte el alma. Que le jodan a Dios, por no saber quién soy, y a la vida por no decirme cuando debo morir. 
Pero sobre todo, que te jodan a ti, y a que te eche de menos todos los días y tú ni siquiera seas consciente de ello.


divendres, 23 de novembre del 2012

Mismas proporciones.

La única diferencia entre la mente y el corazón, es que la mente te dirá lo más correcto e inteligente, y el corazón te dirá lo que harás de todos modos.
Porque es así. Porque todos actuamos así. Es como un instinto humano, porque el corazón fue creado solo porque la razón necesitaba un oponente contra el que luchar. Y, por suerte o por desgracia, siempre, siempre hacemos caso al corazón. Porque es un sexto sentido, un defecto o una virtud que compartimos todos los seres humanos. Tiramos más al corazón antes que a la razón, y es así. No es malo, pero tampoco es bueno. Es lógico. Sí, lógico; es lógico hacer caso al corazón antes que a la razón. Porque la razón tiene la respuesta correcta, la solución inteligente; pero el corazón no entiende de inteligencia ni de cosas correctas. El corazón entiende de sentimientos, es así de simple. Porque los verdaderos sentimientos se demuestran, de manera inconsciente. Al corazón le duele hablar de amores imposible, o amores platónicos. En cambio, a la razón le divierte torturarte pensando que estás a años luz de la persona que quieres. Por eso, el corazón, prefiere hablar de amores improbables. Porque cuando algo es improbable, existe alguna provabilidad, por pequeña que sea, la hay. Y eso ya es suficiente para que el ser humano se tropiece con la misma piedra, caida tras caida. Porque no empeñamos en pensar y en creernos los "podría ser..." y los finales felices, olvidando que lo finales felices son de película porque, efectivamente, la mayoría duran dos horas. El corazón, es inexacto, es indeciso, es un hijo de puta. El corazón no concreta, es subjetivo y, aunque intenta convencerte de que hacer lo que sientes es bueno, te ciegas y la realidad termina quitándote la venda de los ojos a golpes.
¿Solución? Yo tampoco la sé aún. Quizás el remedio esté en no hacer caso a la razón, ni al corazón; o en hacerles caso a los dos. De manera equitativa, a partes iguales.

No voy a ser la segunda opción de nadie. O me eliges ahora, o me pierdes para siempre.

- ¿Le quisiste? -preguntó mirándome a los ojos.
- Estuve con él, claro que le quise -respondí con tono obvio.
- ¿Y después de que todo se acabara, le seguiste queriendo? -siguió metiendo el dedo en la herida aún abierta.
- Sí -respondí en un suspiro-. Seguí enamorada de él.
- ¿Y por qué no luchaste, por qué no hiciste algo para que volviera? 
- ¿De qué me hubiera servido? Yo ya sabía que a pesar de quererle, lo nuestro ya no podía ser. Lo intentamos, pero nos dimos cuenta de que ya era demasiado. Ya había sido suficiente. Está de más decir que me enamoré de él, y te puedo asegurar que no me arrepiento de nada de lo que he podido vivir con él, y que, como le prometí, no le voy a olvidar nunca. Aunque el lo haga. Quizás todos sus amigos me odien porque piensan que fui una tonta que al poco tiempo dejó de importarme y me fui con algún otro, que nunca le quise de verdad, y todas esas estupideces. Pero nadie sabe lo mal que yo lo he pasado por él. Nadie tiene una idea de las sonrisas que me sacaba desde el otro lado de la pantalla. Y sí, quizás me haya equivocado al no haber luchado por él. Quizás haya hecho cosas mal, pero le quería. De verdad le quería, y eso no me lo puede discutir nadie. Por un tiempo intenté fingir que no me importaba, que él era libre de hacer su vida y yo la mía, por un tiempo creí haberlo superado todo; hasta que vi una foto riendo con sus amigos, lo vi feliz, y entendí que por más que pase el tiempo, nunca dejaré de quererlo. Nunca podré olvidarlo completamente y hoy que ya ha pasado un tiempo, puedo decirte que le quise. Que fui la chica más estúpida del mundo por hacerlo perdido, y que quizás tenía que haber luchado, pero las cosas fueron así, hay relaciones que no tienen salvación. 
- ¿Crees que él, ahora, está con alguien que le merece de verdad? -preguntó con tacto.
- No sé si la persona con la que ahora está la merece. ¿Quién soy yo para decir eso? Le hice sufrir tantas veces que sería una idiota si opinara con respecto a su relación, pero a la persona con la que está, le pido que le cuide, que le quiera, que confie en él, que no le haga daño, que le cambie las lágrimas por sonrisas. Porque yo no fui capaz. Y si esa chica es capaz de hacer eso, si esa persona puede hacerle feliz y quererle la mitad de lo que yo le quise, tiene todo mi respeto. Y con lágrimas, les deseo lo mejor. 

Medalla de oro en celos.

Mira preciosa, te lo voy a explicar.  No es mi novio, pero sí es mio. Solo lo comparto con sus padres, su hermano y sus amigos. No estás incluida entre esas personas, así que ni te ocurra decirle que es guapo, ni que tienes ganas de verle, porque para eso ya estoy yo. Nada de fotos con él, porque no necesita ninguna foto contigo. Ni se te ocurra abrazarle, ir cogidos de la mano y, por supuesto, besarle. Eso último queda completamente prohibido. Nada de ser cariñosa. Puedes ir de facilona con cualquier otro chico, pero no con él. No le preguntes "¿dónde está ella?", porque quizás yo no pueda estar ahí tantas veces como me gustaría, pero aún así, me va a seguir teniendo. Date media vuelta y vete a por otro.

dijous, 22 de novembre del 2012

"Quiero contigo todo"

No te digo que vaya ser la novia perfecta. Que vayamos a vernos todos los días, que te bese a cada segundo que pase, porque los dos sabemos que eso no es posible. No te diré cada día lo que mucho que significas para mí, porque es algo que creo que te diga cada vez que te miro. Tampoco te digo que no vayamos a discutir nunca; esto no va a ser como uno de esos cuentos de hadas. Nos enfadaremos por estupideces, como debe ser. Necesitaremos aire, y tendremos tiempo para cansarnos el uno del otro. Puede que algún día me equivoque contigo, y puede que otro día te equivoques tú conmigo, y quizás vayamos a pagar nuestros enfados con el mundo entero. No soy la más guapa de todas, ni la más apropiada, simpática, divertida, agradable o inteligente, porque sé que no lo soy. Digo lo que siento sin pensarlo, y a veces lo que pienso sin sentirlo, soy cabezota y con un sentido del humor muy diferente al tuyo. No te diré que estaremos toda la eternidad juntos, ni que tumbaremos un ocho; pero quizás sí. Lo que sí te digo es que vamos a vivir cada día como si fuera el último, que no voy a besarte a cada instante, pero sí a cada oportunidad que tenga. De vez en cuando te llamaré solo para recordarte lo que me encantas. Porque si te digo la verdad, me encanta esto que no tenemos, pero podríamos tener. Me encanta esa vergüenza que siento cada vez que alguien pronuncia tu nombre, y las mariposas antes de llamarte. 
No te digo que vaya a ser fácil, porque no lo será. Pero merecerá la pena. Quiero decir, merecería la pena.


Y cuando encuentres a alguien que quiera más que yo, te prometo pagarte la boda.

De los dos, te aseguro que tú pierdes más. Yo me recuperaré del golpe, como debe ser. Tú solo has sido un capítulo, no creas que serás el libro entero. No te daré esa importancia ni ese placer. Me costará, pero yo me volveré a enamorar, y, ¿por qué no? alguien me querrá y me valorará. Alguien no me dejará ir. Pero tú, amor, tú no vas a encontrar nunca a alguien que te quiera como yo. Nunca encontrarás a una chica que sepa que no estás bien con solo oír tu voz. No encontrarás a una chica que te llore el río que te he llorado y a veces te sigo llorando yo. No encontrarás a una chica que se ría de todos tus chistes malos, aunque sean malos o repetitivos. No encontrarás una chica que nunca se canse de tus comentarios salidos de tono. No encontrarás a una chica que tenga fe ciega en ti como la tuve yo contigo. No encontrarás a una chica que piense qué hacer contigo el sábado por la noche pero también en cómo despertarte el domingo siguiente de la forma más dulce posible. No encontrarás a una chica que, en definitiva, te quiera tanto como yo. Que te quiera por encima de sí misma. No la encontrarás, te lo aseguro. Pero, si lo haces, dímelo. Porque te prometo que yo misma te pago la boda, cielo.
El orgullo no engorda, ¿podrías tragártelo tú por esta vez, no? Porque yo, sigo esperando.

Y algún día, desaparecerás.

- ¿Es demasiado tarde para decirte que te quiero?
- Nunca es tarde para hacerme feliz.

Me la resbala si follas o fallas. Si estudias o prefieres la opción fácil. Si odias los domingos o si cuentas por ahí que estoy loca por ti. Si soy tu victoria, o tu fracaso. Si te sigue faltando cerebro o te sigue sobrando de ahí abajo. Si bebes para divertirte o para olvidar nuestro pasado. No me han quedado cicatrices de la caida que me he pegado después de ti, ni lugares, ni paisajes, ni recuerdos bonitos; porque no tuvimos tiempo. Ni canciones que recordar, pero sí canciones para recordarte. He aprendido la lección bien aprendida a base de palos, pero aún me han quedado ganas de volver a verte, y de noches contigo, y de mañanas, y de juegos, y de cosquillas nada más despertar. De todo. Aún tengo ganas de todo. Debo ser masoca, porque el dolor que siento, me recuerda a ti. Porque las ganas y la complicidad que he intentado quemar en el jodido infierno, siguen aquí. Porque me han quedado ganas de ti en general. 
Pero, tranquilo. Todo tiene su principio, y su fin. Algún día serás una simple indignación, un puto interrogante, una resaca de los domingos y un poco de odio hacia lo que puedo haber sido, y no fue. 

dimarts, 20 de novembre del 2012

Y hoy me atrevo a decir que no te quiero aquí.

Escúchame un momento, no te pido más de un par de minutos de tu vida. ¿Qué es tan poco comparado con toda la vida que tienes aún por delante? Te voy a pedir algo, aún sabiendo que tú ya no me debes nada. Te pido que desaparezcas. Sí, no estoy bromeando. Necesito perderte y perderme yo también. Necesito saber que tú ya no te acuerdas de mí, que ya no recuerdas mi nombre. No me envies mensajes, ni le des "me gusta" a mis fotos. Nunca más, por favor. Te parecerá una tontería todas estas cosas que te estoy pidiendo, pero, ¿sabes? Todavía me levanto y miro el móvil por si en la pantalla sale tu nombre. No me digas que echas de menos mi sonrisa, ni que tienes ganas de verme. Y si algún día me derrumbo, vuelvo a caer y te envio un mensaje, no me contestes. Y si te llamo, cuélgame. Ni siquiera dejes que suena, alimentando mis nervios y mis ansias de oírte la voz. Ignórame, solo te pido eso. A partir de hoy, de este jodido momento, tú y yo nunca nos hemos conocido. Nunca hemos llegado a ser más que dos desconocidos que se encontraron por casualidad en las fiesta mayores de un pueblo que tiene de mayor lo que yo de preciosa. Te suplico que me olvides, si no lo has hecho ya. Porque yo soy incapaz de hacerlo, y quizás es que no lo estoy haciendo bien. Llámame exagerada, llámame loca, pero no me llames más. Borra mi número de móvil, porque yo ya me sé de memoria el tuyo. Necesito darme cuenta que después de ti, hay más vida. Necesito perderme en otra sonrisa que no sea la tuya. Porque vives en mí como una jodida canción. Y estoy harta de que vivas en mí. Vete de mi mente, no te pido más. 


dilluns, 19 de novembre del 2012

"No eres la persona que perdí".

- Tú me hacías sonreír. Y si ya no estás, ¿qué motivos tengo para hacerlo? 
- Nunca he dicho que dejes de sonreír por muy triste que estés, no sabes quién se puede enamorar de tu dulce sonrisa, como hice yo. 

Quizás diga que ya no te necesito, que tu recuerdo cada vez es más borroso y que ya no te imagino aquí. Quizás diga que nunca llegué a estar enamorada de ti, que todo empezó y terminó siendo un juego también para mí. Quizás mienta. Quizás en su momento no supe decirte lo que me importabas, ni las ganas que tenía de verte cada día. Quizás me haga la fuerta y no quiera admitirlo pero, te echo de menos. Tanto, que he dejado de controlar mis impulsos y mis pensamientos. No es sano estar todo el día pensando en ti. No es sano vivir con tu imagen en mi cabeza, ni es sano torturarme pensando que la culpa la tuve y la tengo yo. No es justo. Pero tampoco dejo de pensarlo. Quizás, porque no pueda evitar pensar que si el error no fue tuyo, debió ser mio. ¿De quién si nó? Las cosas no suceden porque sí. 
Quizás, creas que ya no soy la personas que creíste que fui. Quizás, nunca fui la persona que creíste. Quizás, me eches de menos de verdad. Quizás mientes tú también. Quizás nunca me has llegado a querer, ni a tener algo de cariño. Quizás yo siempre he sido tu última reserva, la que nunca falla. Quizás me equivoque. Pero quizás no. Quizás debería dejar de torturame de esta manera o, simplemente, me niego a enfrontarme a la parte de mí que aún me recuerda a ti, por si la pierdo. Porque, como ya he dicho muchas veces, si te pierdo, muero. 

dissabte, 17 de novembre del 2012

Digamos que hoy es el día de pedir perdón.

(Hoy es uno de esos días que me siento culpable de muchas cosas. Quizás, de muchas de ellas, yo no tenga la culpa, el caso es que siento que yo las podría haber evitado. Así que, sabiendo que nada va a cambiar ya, voy a pedir perdón. No voy a decir nombre, poque creo que las personas a las que va dirigido esto, ya se darán por aludidas).


A vosotros, las peronas más importantes de mi vida, os pido perdón por no ser la persona que os merecéis. Por mis cambios de humor, por mis actos egoístas, por no deciros lo mucho que os quiero. Por no agradeceros las cosas que hacéis por mí, que no son pocas. Perdón, por no ser la sobrina, ni la hermana, ni la hija, ni la nieta perfecta. Nunca he sido ni seré perfecta. Perdón también, a las personas que ya no están. Perdón por no deciros que os quería tanto antes de que os fuérais. Incluso, perdón a ti, avi, porque aún sin haberte conocido nunca, te quiero más que a nada. Y solo espero que, estés donde estés, te sientas orgullosa de mí, de tu nieta. 

A mis princesas y a mi músico favorito, os debo tantísimas cosas... Os pido perdón por cada mala contestación que os he dado, y por cada vez que he estado borde sin razón. Cuando no os trato como os merecéis y, a veces, hasta os menosprecio. El problema es que soy muy fría, ya lo sabéis, y quizás a mí no me salga daros un abrazo, pero si os digo que os quiero, es porque es de verdad. Sé que no es el mejor momento para pediros cosas, ya que en teoría debería seguir disculpándome por todas las veces que os he fallado, pero, por favor, no me faltéis nunca. Porque el día que no os tenga, no quiero ni pensar lo difícil que será seguir sin vosotros. Te quiero mucho rubia; y a ti, empollona; y a ti enanita; y a ti, que eres como una hermana; y a ti también cabezón. Quizás no seáis nada para el mundo, pero para mí lo sois todo.

A mi niño feo, que eres mucho más importante de lo que crees. Que, estando lejos, eres imprescindible. Te pido perdón por todo. Porque sé que son demasiadas cosas las que deberías reprocharme, pero sin embargo, tú siempre me lo has perdonado todo. Tú, que me has enseñado que se puede querer lo que no se ve, me sacas esas sonrisas cuando solo quiero llorar. Que te quiero, muchísimo más de lo que crees y de lo que yo mimsa creo. Perdóname por no ser la que te mereces y por ser tan fría a veces. Eres de lo más grande que tengo.

A mi niña preciosa, y a mi niño grande. Que estáis tan cerca, y últimamente os siento tan lejos... Perdón por todas las cosas que los tres sabemos. Perdonarme por no llamar, por no buscaros, por no hacerme pesada recordandoos que algún día tenemos que vernos como haciamos antes. Perdón por no mostrar interés, os aseguro que no ha pasado un solo día en que no me acuerde de vosotros y de ese increible verano en que nos conocimos. Tú, preciosa, que has sido más que mi hermana, has sido mi alma gemela. Y lo sigues siendo. Y tú, niñato egíosta y chulo, no eres nada del otro mundo, ¿sabes?, pero lo eres todo en mi mundo. No hay nadie que te supere, porque la paciencia que has tenido conmigo... te has ganado el cielo conmigo, chico. Perdonarme por todo, por favor, y no me guardéis rencor, seguís siendo los mismos para mí. ¿Recordáis el "no os quiero, os amo"? Pues todavía sigue ahí. 

Y, a ti. Quizás el más importante, o quizás el menos importante. No lo sé. Siento no haber estado a tu altura en tantísimas ocasiones. Nunca fue mi intención dejar que la distancia nos ganara. Te pido perdón por mis ataques de celos, o por mi bordería excesiva. Créeme que, cuando estaba borde contigo, me sentía mal conmigo misma. Siento no haber sabido decirte antes que te quiero; sé de sobras que ahora ya es más que tarde. Siento haberme peleado con tus amigos, y haber tachado de cosas que (quizás) no son tus amiguitas. Pero, amor, cuando quieres a alguien, los celos son inevitables. Y, perdóname por no darme cuenta antes de que te estaba perdiendo. Perdóname por no intentar recuperarte, perdóname por no hacer las cosas bien. 

divendres, 16 de novembre del 2012

Se van con putas para olvidar princesas.

Y de repente noté todas y cada una de las miradas de mis acopañantes en aquella noche puestas sobre mí. Me sentí incómoda y miré a ambos lados. El restaurante, aquella noche en la víspera de Noche Buena, estaba lleno. No cabía ni un solo cubierto más, pero en ese momentó sentí como si mis cinco amigos y yo, ocupando una mesa al lado de una de las ventanas, fueramos los únicos en el restaurante, y en el mundo. Dejé de escuchar a la gente que me rodeaba, tampoco era capaz de oír los pasos de los camareros andar a toda velocidad sobre aquel parquet. Todo era silencio. Y miradas hacia mí. Tragué saliva y mis pulmones pedían cada vez más cantidad de oxígeno que yo me resistía a darles solo por no romper el enorme silencio que me había imaginado en mi cabeza. Porque, al fin y al cabo, solo eran imaginaciones mías. Sin embargo, mis amigos seguían observándome, esperando en mí una respuesta que ni mi cabeza ni mi corazón estaban preparados a dar ni a asimilar. Aún así, hice un esfuerzo. Quizás fue por esas fechas, la Navidad siempre me enternecía; o porque no quería disgustar a mis amigos, que ya se impacientaban sugetando con una mano alzada su respectiva copa.
- ¿Y bien, Sonia? -habló Andrea.
- Estamos esperando a que lo digas -continuó Tatiana. 
Volví a tragar saliva y cogí mi copa, la alcé y sonreí de la mejor manera que pude en ese momento.
- Por nosotros -dije sin más. Aunque sabía que ellos esperaban alguna cosa más.
- ¿Y qué más? -dijeron casi al unisón Ignacio y Sandra. Estos se miraron y sonrieron.
- Y por mí -dije al fin. A mí también me cansaba tener el brazo levantado. Todos me miraban. Faltaba algo más-. Y por él, pero por separado. Que no nos merecemos, ninguno de lo dos, eso está claro.
Todos en la mesa sonrieron y brindamos cada uno con su bebida. Noté como la mano de Marina apretaba la mía por debajo de la mesa. Todos eran conscientes de lo que yo había pasado por él, y de lo que significaba para mí haber dicho eso. Le agradecí el gesto de ánimo con una sonrisa y decidí empezar a comer de una vez, ya que nadie se decidía y yo empezaba a tener hambre. Encima de la mesa, guardaban todos los móviles, inactivos. Pero a uno se le encendió la pantalla, avisando que había recibido un mensaje. Todos me miraron. Era el mio. Dejé con suavidad el tenedor y alargué un poco el brazo.
- ¿Vas a romper esta escena tan cálida y coger el móvil? -todos miramos desconcertados a Tatiana y cuando la vimos ponerse roja nos pusimos a reír. 
- Y el premio al último comentario chorra del año es para... -Sandra y Andrea reían al escuchar la voz cambiada a posta de Ignacio-. ¡¡Tatiana!!
La aludida dijó algo entre dientes que nadie pudo entender y siguió comiendo. Yo apoveché y desbloqueé la pequeña pantalla. 
"Feliz Navidad y año nuevo, Sonia. Espero verte pronto, ya sabes que te echo de menos. ¿Vendrás al pueblo estas fiestas?"
Mi cara debió ser un poema o una mismísima obra de Velázquez, porque los cinco me miraban antentamente. Se formó un nudo en mi garganta las manos me empezaron a temblar. Ninguno de ellos preguntó, supongo que no era necesario ya que me conocían demasiado bien.
- ¿Qué te ha dicho? -habló Marina, que llevaba un rato peleándose con un espagueti que quería jugar. 
- No le contestes, Sonia. Borra el mensaje -concluyó Sandra mirándome seriamente. Por un momento creí que me cogería el móvil y me estrellaría contra el parquet. 
- No puedo, es un mensaje de What...
- No le contestes -me cortó Ignacio. 
Asentí con la cabeza levemente y volví a dejar el móvil en su sitio, pero yo me sentía mal. Al fin y al cabo, quedamos en seguir siendo amigos, ¿por qué no debería desearle buenas fiestas? Ah sí, porque quizás se lo tomaba al pie de la letra y se tiraba a una cada noche. Pero, ¿no lo habíamos dejado ya? ¿Por qué seguía importandome? Me levanté de la silla y cogí el móvil. Todos me miraron y yo me disculpé diciendo que necesitaba ir al baño. Me miraron mal. Creo que ninguno me creyó, no porque mintiera mal, sinó porque, en aquel momento, no hacía falta ser muy listo para saber qué queria hacer. Me encerré en el primer baño que vi libre e intenté reprimir las enormes ganas que tenía de romper a llorar. Esa Navidad debía ser perfecta, debía estar con él. Pero, como todo en esta vida, tiene un final. Y las cosas se torcieron y nuestro final llegó antes de lo que esperaba. Llamémoslo distancia, llamémoslo desconfianza, llamémoslo como queramos, pero la cuestión es que ya no quedaba nada de lo que había hacía unos pocos meses. 
"Gracias, Álvaro. Igualemnte, felices fiestas. Sí, claro que subiré. Como cada año". Por un momentó pensé que debía poner un "yo también te echo de menos", pero preferí no hacerlo y lo envié sin más, para no darle más vueltas. Me limpié la lágrima que se me había escapado y salí del baño. Me miré en el espejo: ni rastro de rímel en la cara y el vestido negro ajustado, en su sitio. Salí del baño y caminé hacía mis amigos, que me esperaban en la mesa con los platos casi vacios. 
- ¿De qué habláis? -me itenresé al sentarme de nuevo.
- De si lo que hacemos por ti, es bueno o no realmente. No sabemos si de verdad estamos borrando lo que un día te hizo daño, o si, por el contrario, solo te lo recordamos más.
Sonreí cuando noté que volvía a caer una lágrima y abracé a Tatiana por lo que acababa de decir. 
- Hacéis lo que hacen los amigos. Me hacéis enfadar, a veces incluso os mataría uno a uno entre terrible sufrimiento -todos rieron-, o incluso sería capaz de encerraros en la misma habitación que Falete después de que éste lleve una semana sin comer -volvieron a reír, augmentando el ruido, y algunas de las personas de las mesas cercanas nos miraba y nos suplicaba con la mirada algo más de discreción-. Pero también mataría a quién hiciera falta si os hacen algo. 
Todos se fundieron en un largo "Oooooh" y yo me puse a reír. 
- Nos quiere -dijo Sandra, fingiendo estar emocionada. 
- Y vostros a mí más, inútiles -me defendí poniendo cara de niña buena. 
Volvieron a reír y terminamos de cenar. Todavía no era muy tarde, así que decidimos quedarnos un poco más porque en la calle hacía frio, o al menos, eso nos parecía al ver a las personas que pasaban delante de la gran ventana, tapados hasta el cuello y con la nariz roja del frio. 
- Tengro otro brindis -dijo Ignacio, al terminar la cena. 
Cogimos de nuevo las copas,que ya estaban casi vacías y le miramos todas expectantes. 
- Por todos esos chicos quese van con putas, para olvidar a princesas como la que tenemos aquí -dijo mirándome.
Volvimos a brindar y todos me miraron, como si esperasen que yo hablase. 
- ¿Qué? -pregunté mirándoles haciendo una mueca. 
Pero ninguno respondió. Se limitaron a levantarse de la silla y a avalzarse sobre mí y ahogarme en un abrazo. En otro momento, quizás les abría apartado para coger algo de aire, pero preferí aprovechar el momento y, dentro del abrazo, apagar el móvil sin leer el mensaje que él me había enviado como respuesta al mío. Aquella noche, debía dedicársela a esas personas que ahora estaban casi encima de mí, causando que todos los curiosos del restaurante nos miraran y rieran antes mis súplicas de aire. 
Les quería, no había más. 





Que ya no sé ni como decirlo. Te echo de menos.

Caminaba intentando seguir una linia recta que siempre acababa torciendo. No, no iba borracha, al menos no de alcohol. Iba borracha de sentimientos, de dolor, de felicidad. Su vida se había convertido en una puta montaña rusa, pero no de las que gustan a todo el mundo. Sinó de las que marean cuando te subes por segunda vez. No se había percatado de que llovia, ni de que las gotas se colaban entre los agujeros de sus tejanos rotos. Miró al cielo y cerró los ojos al notar gotas en la cara que caían con fuerza. Se colocó la capucha de su sudadera negra, pero no hacía prácticamente nada, así que llegaría a su casa completamente mojada. "Ya no es lo mismo, ¿no lo notas? Ya no hay amor, ya no hay ganas de comerte a besos, ya no hay nada". Volvió a repetir la maldita frase en su cabeza, esa que hacía más de un mes que había escuchado, pero que le seguía calado hondo, más hondo que esas gotas frías que caían del cielo.
Taxis y coches resbalaban por la carretera. Mujeres preocupadas por sus peinados. Hombres vestidos de traje con maletines demasiado caros como para que una cuantas gotas ordinarias lo mancharan. Niños corriendo y saltando, bajo las advertencias de sus padres. Adolescentes metidos en portales y reiendo. Pero pocos como ella caminaban bajo aquella lluvia improvisada.
No entendía porque, pero casi todo el mundo temía a cuatro gotas de agua que caían sin orden ni sentido. Que estaban frías, y que despertaban su cuerpo y su mente, haciendo que dejara de pensar en la catástrofe formada en su interior.
Los enamorados, por ejemplo, solían darse besos bajo la lluvia, como en las películas. Pero en las películas nunca salía el resfriado del día después.
Aquel pensamiento la hizo sonreír, pero al instanté se evaporó cuando notó que algo vibraba en su bolsillo delantero del pantalón rasgado.
Mensaje de Whatsapp.
- ¿Necesitas un paraguas? -era él.
- Estoy bien -se limitó a responder ella. Se sonrojó al pensar que quizás había contestado demasiado rápido.
- Que raro, imaginé que se te habría olvidado el paraguas, como siempre -contestó después de un par de minutos, haciéndose derrogar y creando cierto nerviosismo en ella.
Se paró en un semáforo en rojo y escribió algo a toda velocidad sobre su teclado táctil para evitar que se mojara mucho. ¿Lo enviaba? No, mejor no. Pero al intetnar darle a borrar, sin querer, le dió a enviar. Y se envió. Y en pocos segundo él leyó:
- Si pudieras pedir un deseo ahora mismo, sin pensarlo, ¿cuál sería?
No obtuvo respuesta. Ella avanzaba por la calle, casi desierta por la tormenta que cada vez empeoraba. Miró el móvil de nuevo. Sin respuesta.
Un sonido agudo seguido de un toque de vibración sonaron en sus pantalones. Tardo menos que nada en coger el móbil.
- Para el tiempo -leyó mentalmente.
- ¿Para qué? -esta vez tardó un par de minutos en responder. Y, tambien, esa vez, él tardó menos en contestar. 
- ¿Nunca has deseado estar con una persona de una manera para siempre? Yo, si estuviera enamorado, me encataría ver a mi novia en el otro lado de mi cama, mientras se despierta con esos ojos que me habrían enamorado. Por eso yo, sinceramente, pararía el tiempo.
Sintió un escalofrío al terminar de leer. "Si estuviera enamorado..." Por un momento pensó si se llegó a enamorar de ella. ¿Por qué no? Sonrió imaginándose que sí, que la llegó a querer. 
Un círculo de personas pasaban a la misma vez que ella por la calle, y bajo el mismo cielo, ella desde la calle, y él desde su casa, pensaron lo mismo.
¿Cómo sería levantarse uno al lado del otro?

dijous, 15 de novembre del 2012

Siendo tú, siendolo todo.

Siempre creí que yo era una persona fuerte, o como mínimo, que sabía aguantar el dolor mejor que otros. Que sabía distinguir entre los que merecen la pena, y los que no. Estaba convencida de que nunca dejaría que me engañaran, que mi orgullo superaría a todo y todos. Pero entonces, llegaste tú. Tú eres tú, y yo soy yo. Yo no estoy aquí para llenar todas tu expectativas, y sé que tú tampoco estás aquí para llenar las mías. Pero has conseguido que, siendo tú, seas todo lo que necesito. 


dimecres, 14 de novembre del 2012

"Sense tu, si no hi ets".

Exhalé el último suspiro y continué permitiendo que me destrozaras, despacio.
Como si la ruina que creabas en mí se tratara de la mayor droga que pidiera meterme en las venas, como si el caos que formabas en mi interior me hiciera bien. Llámalo amor, llámalo masoquismo, llámalo locura, llámalo inestabilidad. Pero sobretodo, llámame a mí. Porque lo necesito.
¿Te mataba tenerme tan lejos que decidiste matarme a mí?
¿Recuerdas esas conversaciones eternas? Cuando hablábamos de casarnos, de vivir juntos, de viajar juntos. O cuando te burlabas de mí porque tú sabías nuchas más cosas que yo y luego me pedías perdon de la forma más dulce que puede haber. ¿Te has olvidado ya de nuestros pequeños secretos? O de ese "te quiero" acompañado de los latidos desacompasados de mi corazón que me costó tanto decir, pero que al final dije. 
Ay, cómo duele recordar, ¿eh?
Me huviera gustado susurrarte mis ilusiones en tu oreja, como una niña pequeña que acababa de despertar la noche del cinco de enero. 
Llámalo esperanza, llámalo pequeños detalles, llámalo felicidad. Pero prometiste  llámarme a mí, y no lo hiciste. 
Me huviera gustado estar ahí a tu lado en tu cumpleaños, o en el mío. Despertarme y verte cada día aún dormido. Así, ¿quién no querría vivir eternamente? 
Llámalo como quieras, pero llámame algún día. 
Nací entre latido y pecho.
Morí entre mis sueños, enredada en tus sábanas. 


dimarts, 13 de novembre del 2012

Y tú, pequeña, eres su opción fácil.

(Carta a la persona que más odio, y también a la que más cosas debo argadecerle).
Supongo que, como siempre me pasa, no sé empezar las cartas. Tampoco terminarlas. 
Te odio. Así de fácil. Pero también tengo que agradacerte muchas cosas que, sé de sobras que no hiciste por mí, pero sí han resultado tocarme a mí indirectamente. 
Tú, maldita droga intoxica, niñata metomentodo, miss barbie 2012, eres todo lo que puedo odiar y más. Simplemente por ser tú. Por arruinarme la jodida existencia, por aparecer sin más y llevarte todo lo que formaba parte de mí, todo lo que quería y quiero. Te odio por ser tan tú, sin más. No es nada personal. Es que has tenido que ser tú la que se cargara lo que un día formó mi día a día. Te detesto por ser todo lo que él quiere, aún teniéndome a mí. Te odio por romperlo todo e irte de rositas y, además, llevarte la mejor de todas las recompensas que no es comparable con ningún dios de la antigua Grecia, hasta el mismísimo Zeus le tendría envidia. 
Porque tú, maldita arruinavidasajenas, no eres más que su puto segundo plato. Tú eres la jodida opción fácil, el camino sencillo. Tú eres el copiar en un examen, yo soy el quedarte estudiando un sábado. Tú eres solo tetas y culo, tú eres un simple cuerpo como el de cualquier otra chica, y yo... yo era su mitad, su sonrisa y que, estando lejos, conseguía hacerle feliz sin necesidad de sacarme la ropa, como debes hacer tú. Tú eres todos los besos que yo no pude darle y todos los abrazos que te da cuando tienes frío, son míos. Todos y cada uno de ellos, él se los imaginó dándomelos a mí, y no a ti. Porque yo, yo era su opción difícil, yo fui su motivo de sonreír pero también el de echarme de menos y ponerse a llorar. Yo era su camino complicado. Y tú, tú eres más puta que la maldita distancia que nos separaba. Tú eras y serás su opción fácil por una sencilla razón que hasta tú entenderás: lo difícil era seguir conmigo, a pesar de todo y todos, a pesar de todas las cosas malas que hacían que en algún momento dudáramos de lo que estábamos haciendo. Lo difícil era quererme y esperar. Tú, tú eres la opción fácil. Quizás seas más guapa, y tengas mejor cuerpo que yo, pero eso no te convierte en mejor que yo. Que no se te olvide, pequeña ladrona, se quedó contigo, porque tú tenía una cosa que yo no: tú estabas a su lado. Por nada más. Seguro que a ti no te despierta con un mensaje de "buenos días, ¿cómo ha dormido la niña más bonita del mundo?", ni te llama cuando te echa de menos. Claro, porque a ti no te echa de menos, no le da tiempo a hacerlo. Y eso, tampoco es bueno. Porque él nunca se acordará de ti y dirá "tengo ganas  verla" o "quiero tenerla aquí, conmigo".

Y, cambiando buscamente el tema de la carta, tengo que decirte que gracias. Gracias por sacarle sonrisas diarias. Él no lo sabe, o no quiere decirmelo, pero ya me está olvidando y está pasando a recordarte a ti. Gracias por estar a su lado cuando yo no he podido estarlo. Gracias por hacerle feliz después de mí. Gracias por ser tú, y aún así, sin ser yo, conseguir sacarme de su cabeza. Gracias por hacerme ver que todo lo malo, tiene algo bueno. Gracias por todo lo que has echo por él. Gracias por no decepcionarle, por darle abrazos cuando los necesita. Por quedarte con él y animarle cuando está mal, aunque no te lo diga, porque él nunca lo dice. Gracias por ir a su instituto, por comer con él de vez en cuando, por salir con sus amigos, por reírte con él, y a veces cuando se lo merece, de él. Gracias por hacerle enfadar y luego hacer que te perdone. Gracias por hacerle ver que no merece sufrir por mí, teniéndote a ti ahí mismo. Gracias por ir a comprar el pan, y encontrártelo en la calle y charlar con él. Gracias por salir con él. Gracias por hacer todo lo que yo no pude. Gracias por hacerle feliz, porque si él lo es, yo también. 

dilluns, 12 de novembre del 2012

Sigo aquí, sin ti.

Cerré la puerta detrás de mí con toda la fuerza que pude por la rabia acumulada y caminé sin saber a dónde. Busqué sin saber lo que quería encontrar, grité sin que me importara quién pudiese oírme y en ningún momento se sequé las lágrimas que teñían mi cara de negro a causa del rímel tan poco resistente al agua. Mi mirada estaba nublada, igual que el cielo que cubría la ciudad. Pero incluso ese gris de allí arriba, me parecía más alegre que mi propio estado de ánimo. Empecé a preguntarme qué estaba haciendo, por quién y con qué objetivo. No lo supe, era un impulso, un sentimiento. Aceleré, empecé a correr con todas mis fuerzas sin mirar atrás y sin importarme de quién podría verme correr de tal modo y pensar que estaba loca. Tropecé dejando mis rodillas heridas, como mi interior. Solo veía baldosas que se distorsionaban y se nublaban en mi vista por las mis lágrimas. Lloraba sin saber el motivo, o eso quería pensar, y ahí aparecieron unas Converse desgastadas de color azul y blancas que me incitaban a mirar hacia arriba. Me quedé mirando al suelo. Esperé, guardándome el dolor de mi caida y de todo, pero no se iba. Me agarró de la mano y noté un impulso que me puso de pie, frente a esos ojos marrones y simples, y a la vez tan complejos. Sostuvo mi barbilla y clavando sus ojos con los míos me secó las lágrimas. El sentimiento que me invadía se fue sin más.

Gracias, extraño, has cambiado la definición de mi existencia. 
Lo que resulta bastante triste. Resulta triste que un completo desconocido, en un momento dado, te entienda o te ayude cuando un "amigo" no lo haga en su lugar y le dé un "ya lo entiendo todo" o un "sé quién quiero ser, y quién no". Es triste que no tengas más que a un desconocido que te dé ese empujón para seguir a delante. Es triste que un desconocido te ayude a decir adiós a todo lo malo, mientras otras persones solo te aferren a la mala vida que llevas. Es triste que con un desconocido puedas sonreír libremente y con alguien a quien conoces, no. Porque esa es la palabra: libre. Es triste que te sientas libre con un desconocido y no con una persona que dice quererte. 

Y, como no, vuelvo a enfocarlo todo a ti. Todo vuelve a girar entorno a ti. Todo lo que escribo, termina siendo inspirado en ti, y solo en ti. Todo termina siendo para ti, de mí. Lo cual, pensándolo mucho, también es triste. Te contaré un secreto: revivo cada vez que hablas de mí y sonríes sin querer. Yo no puedo ver si lo haces o cuándo, pero te aseguro que puedo sentirlo. Es inexplicable, incontrolable. No tiene lógica ni sentido, pero lo nuestro, de eso nunca tuvo. Podría decirte que te echo de menos, pero me engaño a mi misma y prefiero mentirnos a ti, a mí, y a todos, diciéndo que te echo de más. Que ya no me haces falta. Lo mejor de todo, es que suena tan convincente que todos se lo creen, es más, creo que tú también lo crees. Pero yo no lo consigo. Y no le veo salida. Esto es como correr en el recorrido de un ocho: infinito, no tiene principio, y tampoco tiene final. Lo nuestro... lo nuestro tuvo un principio algo raro. Y, respecto al final, prefiero no hablarlo ni comentarlo. No es nada personal, cielo. Es que no em gusta sacar los malos recuerdos del cajón. Eres importante para mí, lo sabes. El problema es que yo también lo sé. Y, te pido que me entiendas un momento, no puedo seguir así. No dejo de torturarme pensando en los besos que no llegué a darte. Solo te lo pediré una vez, desaparece de mí vida, por favor. O no, mejor no te lo pido. No sea que me hagas caso y me hundas todavía más. Porque, también es triste, pero te necesito. Sonará a tópico, pero nunca he necesitado tanto nada como a ti ahora. ¿Qué digo ahora? Desde que te conocí. Desde que te acercaste a mí, tímido, y te presentaste sin más. En ese momento ya supe que serías especial. Pero nunca imaginé hasta que punto... hasta ahora. Creo que no es posible querer a alguien más fuerte. Me duele hacerlo. Me duele quererte así, sin control. Porque hace mucho que he perdido el control en todo esto. Creo recordar (es gracioso porque lo digo como si no me supiera de memoria cada detalle de nuestra historia), que todo empezó como un juego, como un simple calentón de verano. Pues cariño, déjame decirte, que yo ya no siento calor. Ya no siento nada, si tú no estás aquí me siento helada. Te quiero. No sé porque lo he puesto, creo que llevo tanto tiempo callándomelo que necesitaba soltarlo ya. Y te lo vuelvo a repetir, así por que sí, ni la primera vez ni la última que te lo diga: Te quiero. Mucho. 



Rutina infinita.

Es hora de reflexionar. No, no me gusta esa palabra. Es hora de pensar en todo sin motivos ni razón, y aquí estoy, preguntándome el "por qué" de muchas cosas.
Cuando estás sola, tu cabeza le da mil vueltas a todo e incluso llegas a pensar estúpides que quizás no tengan sentido, pero en ese momento para ti sí.
¿Por qué me siento tan sola en un mundo donde hay millones de personas? Ah, sí. Porque me faltas tú.
Me decepciono a menudo conmigo misma, mi físico no me gusta, y la personalidad que tengo nadie la valora, pero no la valoran porque realmente pocas persones la conocen de verdad.
Sentimientos, muchos, en un corazón roto.
Para lo único que sirvo es para comerme la cabeza.
Y me pregunto, ¿por qué no empezar de cero?
Ojalá puedira hacerlo, pero los recuerdos llegan sin avisar y no me dejan escapar de ellos, me atrapan.
Siempre digo "mañana será otro día".
Pero ese día sigue siendo el mismo que el anterior, una rutina infinita. 

Fui su presente, soy su pasado.

¿Te acuerdas? 
Cuando no podías estar más de un día sin vernos. Cuando me echabas de menos, y no de más. Cuando te importaba yo, y no lo que los demás decían. Cuando hablábamos por teléfono y hablabas bajito, porque era tarde y tu madre no lo sabía. Cuando, al escuchar nuestra canción el radio, me enviabas un mensaje y me pedía que pusiera esa emisora; cuando yo sonreía al hacerlo. Cuando siempre tenías ganas de estar conmigo. Cuando no te cansabas nunca de mí. Cuando no había nadie más, solo tú y yo. Nada de terceras personas con complejo de putas. Cuando me asustabas y yo hacía ver que me enfadaba contigo.  Cuando nos colábamos en el cine y tú te reías porque yo no tenía valor para hacerlo y terminaba pagando la entrada. Cuando me dijiste "Si tú saltas, yo salto", y terminamos saltándo de la parte más alta de las rocas de la playa. Cuando me pediste ayuda con las mates, pero nunca te concentrabas cuando te las explicaba y no dejabas de sonreír y repetir "que novia más lista tengo". Cuando me intentaste enseñar a aguantar mucho tiempo debajo del agua, pero yo siempre salía la primera. Cuando me hacías enfadar. Cuando me hacías reír. Cuando mirábamos películas de miedo y yo te pedía que me avisaras cuando dejaran de matar a gente, y tú siempre me engañabas. Cuando me enfadé contigo porque te separaste de mí una semana entera, y al final resultó que me estabas haciendo un regalo a escondidas. Cuando llegó el primer todo, que ahora se ha quedado en nada. Cuando te tenías que ir de vacaciones y no dejabas de llamarme cada hora para decirme que me echabas de menos y que no me olvidara de ti, aun que sabía de sobras que no lo haría. Pues amor, déjame decirte que aún sigo sin olvidarte. Y que por muy lejos que estés de mí, siempre vas a seguir estando cerca. 
"Mai hem estat tan a prop d'estar tan lluny"

diumenge, 11 de novembre del 2012

- Te echo de menos -dijo casi en un susurro desde el otro lado del móvil.
- Yo también -contestó ella, mordiéndose la boca.
- ¿Sabes qué me gustaría? 
- ¿Qué te gustaría? -preguntó ella.
- Darte un beso, ahora mismo.
- A mí también me gustaría -contestó casi sin darse cuenta.
- Encontes, ¿podrías colgar el teléfono y abrirme la puerta?

¿Alguna vez en tu vida has tenido una gran historia de amor?


Un amor de los que aferran tanto a ti, que parece que no puedas respirar. 

dissabte, 10 de novembre del 2012

Que sigo esperándote.

- Si la ves... -habló con miedo, inseguridad. Tragó saliva y esperó a que su amigo se diera la vuelta y lo mirara-. Dile que me has visto con mejor aspecto, y que estoy con alguien que me tiene enamorado. Que los días desde que lo dejamos se han pasado volando. Que no me ha quitado el sueño ni una noche, y que nunca he llorado. Que lo nuestro está olvidado.
Su amigo lo miró desconcertado. Sabía que todo eso era mentira y que la seguía esperando. Intentó hablar pero al abrir la boca, él le hizo una gesto con la mano y negó con la cabeza. Volvió a tragar saliva y apartó la vista durante unos segundos para que reprimir las lágrimas y poder seguir hablando, o mientiendo. 
- Dile que yo estoy muy bien -volvió a mentir, sonriendo de lado. Que falsa le había quedado esa sonrisa-. ¡Qué nunca he estado mejor! -elevó el tono de voz y alzó los brazo. Intentó sonreír la boca, pero solo le salió una mueca. Su amigo seguía callado-. Y, si cree que me muero porque ya no está... que va, al final de todo se lo voy a agradecer. 
- ¿Estás seguro, tio? -le cortó su amigo, cuandio vio que necesitaba un descanso, un parón, un alto de mentiras. Se acercó a él y se sentó a su lado. Él asintió. 
- Dile que ya no espero sus llamadas, ni sus mensajes de buenas noches. Que ya no la recuerdo, que ya no me hace falta. Que ya estoy curado, y que lo nuestro ya es... pasado. 
- Escucha... -volvió a cortarle. 
- Dile que ya no voy a volver -sentenció él, sin a pensar mostrar nada en su rostro-. Que no se extrañe si me llama y no contesto. 
Su amigo le miró cuando se quedó callado. Creyó ver una lágrima bajar rápida y segura por su cara.
- Aunque... pensándolo bien, mejor dile... dile que ya no me ves. 

Nunca podré decir que no te quise.

Hay momentos del día en los que te invaden los recuerdos. Simplemente aparecen, sin ningún motivo ni explicación. Te hacen sonreír. Causan en ti una sensación de tranquilidad, bienestar, de... felicidad. Hacen que creas que todo sigue igual que antes, que nada ha cambiado ni lo hará jamás. Recuerdas esas conversaciones hasta las tantas que te quitaban el sueño, esas llamadas que duraban horas, pero aún así, te parecían cortas, esos encuentros en un pueblo desconocido y anónimo, esas miradas cómplices, llenas de deseo que solo vosotros entendíais. Te acuerdas de todo. De él y todo lo que tenga relación a él. De sus amigos idiotas y de sus amigas, esas que nunca te cayeron bien. 
Ellos no podían comprender las cosas que hacíamos o por qué luchábamos tanto por algo que  al parecer nos hacía tanto daño, porque sencillamente ellos no veía que todo eso valiera la pena. Pero te voy a decir una cosa, valia la pena por cada lágrima, por cada sonrisa. Valia la pena todo. 

Pero es entonces cuando de repente te das cuenta de que no es verdad, de que nada está igual, y mucho menos bien. Tantas promesas que acabaron en nada. Esas sonrisas se convertieron en muchos nudos de gargantas, unos nudos tan grandes que impiden sonreír... si no estás. 
Y entonces lloras. Lloras como no habías llorado antes, y te das cuenta de lo jodida que estás y de que lo único que te quedan son los recuerdos. 
Algún día tendré el valor de darle a enviar. Algún día...

diumenge, 4 de novembre del 2012

"Pide un deseo"

Encendió el último cigarro de la noche y le dio la primera calada. Después de retener durante unos segundos el humo, lo expulsó en un suspiro. Desde aquella terraza, se podía escuchar la música y el jaleo que había montando a pocos metros de ella. Parecían divertirse todos, pero ella no quería entrar. Tampoco parecía que nadie la echase de menos. Miró al cielo y contempló las estrellas. Se sentía tan pequeña, tan vacía. Otra calada. Otra vez la sensación de vacío. La música se escuchaba más alta, algún gracioso con ganas de ser el centro de atención buscaba que algún vecino llamara a la policia. Pero ese gracioso no debía ser el centro de atención, no esa noche. Debía serlo ella. Porque esa noche cumplía los 16. Pero, al parecer, la lista de invitados había sido mal redactada, ya que ninguno se molestó en preocuparse por la cumpleañera. Llevaba casi una hora sentada en el suelo frío de aquella terraza. Era el tercer cigarro que se fumaba ya, pura bomba llena de nicotina. 

Todavía recuerda aquellas noches, en un pueblo del que no quiere volver a saber nada, con gente con la que ha perdido el contacto desde hace demasiado.
- Prefiero morir de amor antes de morir fumando -habló una chica peliroja, con gafas negras de pasta y jugando con una pulsera morada que llevaba en la mano. 
- Yo de eso ya he muerto -conestó ella, mirando de reojo al chico que tenía a su derecha. Pero él no se dio cuenta, de nada. Ni de que le miró, ni de que fue él quien un día la mató por amor-, y para una segunda oportunidad que me da la vida, mejor me enamoro del humo que de un chico. 
Nadie contestó ante tal comentario. A algunos les pareció inapropiado que una niña de 14 años dijera eso. Y a otros, simplemente, se la resbaló. 

El caso es que, en su fiesta de cumpleaños, en sus 16, nadie mostraba interés en ella. Última calada a su cigarro, ya que no daba para más. Alguién abrió la puerta de cristal de aquella terraza. Ni siquiera se molestó en esconder el cigarro. 
- Entra -habló su amiga y vecina desde los tres años. 
- Estoy bien aquí -se escongió de hombros ella. 
- Venga, por favor. 
No dijo nada más. Suspiró y lanzó el cigarro, haciéndolo volar un poco antes de estrellarse bruscamente contra el suelo. Siguió a su amiga hasta el comedor, la música había disminuido mucho el volumen. Todos la miraban y sonreían. 
- Pide un deseo -le gritaron algunos cuando colocaron la gran tarta delante de sus narices. 
Ni siquiera se lo pensó, no lo necesitaba. Exhaló aire y en un susurro, casi inaudible deseó:
- A ti.