dissabte, 1 de desembre del 2012

Me llamaron fría, ignorando que el hielo también quema.

- ¿Cómo decías que te llamabas? -pregunté sin a penas vergüenza por no recordar su nombre.
- Ángel, me llamo Ángel -contestó él, torciendo la boca-. Pero tú puedes llamarme como quieras.
Todos los hombres que pasaban por mi cama, intentaban actuar como si no fueses sufiente buenos como para permanecer entre mis sábanas durante más de unas horas. En el fondo, era una técnica de defensa para no sentirse débiles cuando yo les echaba de mi apartamento. Y, en el fondo, eso me ahorraba mucho trabajo. 
- ¿Te importaría no venir nunca más por aquí? -pregunté directa y seca. Puestos a provocar incomodidades de ego, nadie me ganaba. 
El chico se fue sin decir una palabra. Estaba claro que se le habían acabado.
Nunca me había enamorado. Tampoco tenía la intención de hcerlo. Yo no creía en esos sentimientos. No creía, desde que se encargaron de matarme las ilusiones. En el caso de que existiera, siempre acababa, siempre dolía, no tenía sentido alguno. Creía que mi estilo de vida, era la forma más sencilla de vivir. Quizás me equivocaba, quizás no. Lo que sí tenía claro, era que lo único parecido al amor que había vivido, era lo que sentía por mí misma desde que me rompieron en mil pedazos. Desde aquel día, me había alimentado de odio para hacerme intocable.
O al menos en eso confiaba. 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada