dilluns, 29 d’abril del 2013

"Si avui somrius, podrem tornar a començar."

Me siento dividida en dos. Estoy aquí, esta es mi vida, mi gente, mis cosas que hacer que me arrebatan la mitad del tiempo para no pensar. Pero aquí estoy, con la otra mitad.
Por una parte me gusta este odio íntimo que siento, esta interna sensación de frustación. Vida humilde y corriente, con problemas comunes que te ayudan a valorar, familia con la que pelearte y amigos con los que ya no experimentas la mágica sensación de irse conociendo, pero con los que puedes ser simplemente tú. 
La otra mitad de mí se ha quedado en otro país, en otra rutina que me hizo feliz. Cuando cogí el maldito coche ni esa felicidad ni esa mitad de mí cabían conmigo. 
Cuando me levantaba a las nueve menos diez y pensaba en lo feliz que era. A esa hora, con ese frío, pero con tanto por vivir en tan pocos días... La rutina que no aburre, porque es una nueva rutina y te encanta. Necesito volver a perderme entre casas iguales, y en ti. Prefiero ir por la calle y que nadie me conozca.
Esta mitad de mí se ha quedado incluso lejos del aeropuerto y no quiero que vuelva. Es más, tengo miedo a que lo haga. Lo que quiero es volver yo misma y reunir las dos mitades cada cierto tiempo. No quiero hacer del pasado un bonito recuerdo. Si me hizo feliz, ¿por qué pisarlo? Quiero revivirlo año tras año, aunque al subir al coche vuelva a hacerme daño y se expire otra vez la mitad de mi felicidad.
Quizás me esté equivocando en mis decisiones mentales, pero lo que tengo claro es que esta sería la mejor equivocación entre mis equivocaciones.

divendres, 26 d’abril del 2013

Destrozáis parejas, y algún día os destrozarán la cara.

Hemos cambiado el "¿te ha besado?" por el "¿te lo has tirado?" y cada año, con un año menos.
Niñas de trece años con escotes hasta el ombligo, con fotos que dejan ver su poca capacidad para pensar y con un vocabulario que asusta. 
Niñas que en menos de un par de años romperán su himen y, mucho antes, perderán la dignidad.

Esta es la historia que contáis siempre. Pero, ¿y vosotras? Tampoco os libráis. Igual de putas, con trece que con dieciséis.
Pensando en frío. Facilidad, felicidad. Disfrutad. Está visto que, al fin y al cabo, todo esto os divierte más que nada.
O quizás sufrís en silencio pensando el por qué de vuestros actos. Pero solo quizás.
Y pensando en caliente... zorras. ¿De verdad que vais de dignas? Sois un puto adorno, un objeto, un juguete, un pasatiempo. Pero ese tiempo también pasa para vosotras. Pasa, y no vuelve. 
Este es el lugar de los escotes a menos ocho grados, el lugar donde reina la necesidad absoluta de llamar la atención, y no nos damos cuenta de que, intentando llegar más allá de lo que deberíamos, la acera aún no está construida, y es muy probable que nos atropellen en una zona donde no deberíamos caminar.

Cobardes.

Otro chico llegó y la engañó. Parecía siempre el mismo, destinado a torturarla una y otra vez, a ilusionarla con mentiras para luego dejarla tirada. Ella se prometía no volver a confiar, no repetir la caída. Pero es que la vez siguiente parecía siempre la definitiva...
Pero no. Nunca lo era.

Su voluminoso pelo castaño oscuro luce suelto, liso, con ligeras curvas hacia las puntas. No es demasiado largo. Sus ojos son de ese verde marrón que nunca sabes describir con precisión. Esos ojos oscuros en ligera apariencia, pero que en una mirada cercana son un prado con un poco de tierra. Su piel, ligeramente tostada. Muy ligeramente. Su cuerpo, como cualquier escultura griega. Figura de asombrosa belleza, con el abdomen perfecto, fina cintura y unos pechos que, no siendo especialmente grandes, son bonitos. Sus piernas son amablemente delagadas y rectas.
Su mente, débil como la flor que aparenta.
No es de extrañar que se desflore rápido este hermoso ser. Todos quieren tenerla.
Sin embargo, solo la quieren para un rato. Nada más. Ninguno es suficientemente valiente como para tenerla siempre y estar siempre a la altura del chico que se merece.

Ella busca uno.
Ellos buscan muchas.

dissabte, 6 d’abril del 2013

Pude ser tu reina, pero preferiste dejarme en ruinas.

Nunca me han gustado los domingos. Y sí, sé que hoy es sábado. Pero me da igual, hace tiempo que le perdí sentido a las cosas de la vida. Y, en fin, solo son días.
A lo que iba. Odio los domingos, pero ese domingo... ese domingo era distinto. Ese día, los odiaba más que nunca, porque esa tarde sería la despedida. ¿Qué puede haber peor que una despedida, y encima, en domingo? Pues sí, hay algo peor. Que no haya despedida. Que no te diga ese "no te vayas, por favor", que tanto necesitabas oír de su boca, aunque fuera mentira. Fui hasta la cocina y cogí un plato. Lo tiré y contemplé como se rompía en mil pedazos, yo me sentía exactamente igual que aquel plato. Después de aquello, no sabía si recogerlo o escapar de allí. Opté por la segunda opción, me ahogaba en una casa que me traía tantísimos recuerdos. Con sus cosas. Con su olor impregnando mis sábanas. Cogí simplemente la chaqueta y huí de mi propia casa. El viento en seguida se chocó en mi cara y, por un momento, yo me sentí un poco mejor. Decidí caminar sin rumbo durante, tal vez, demasiadas horas. Mi móvil sonaba. Aquella amiga preocupada, pero que no era capaz de animarme, me llamaba constantemente. La hora se acercaba cuando, por fin, decidí volver. Subí las escaleras, al igual que las subía hacía menos de 24 horas con él, pero aquella vez, él me tapa los ojos y me guiaba para que no caerme. Por fin llegué y admiré las vistas de ese pequeño pueblo rodeado de verde y con un cielo más claro que el que puedo contemplar yo en mi ciudad. Que alto estaba aquello, pensaba siempre que subía. Bueno, miento. Siempre pensaba que me encantaba ese lugar, pero los recuerdos que me traían, me destrozaban un poco más. ¿Cómo pudiste dejarme ir? ¿Cómo pudiste dejarme sola en medio de tanto desastre? Te di total acceso para que me sacaras de mis propias ruinas, y lo único que hiciste fue hundirme más en ellas.
-
¿Ya no te acuerdas,de hace unos meses, una noche de verano?
- No abras los ojos -me dijo al oído, para que nadie pudiera escucharnos. Aunque con la música tan alta, no nos podrían escuchar aunque quisieran.
- ¿Y qué pasa si lo hago? ¡Me estás tapando los ojos con la mano, no puedo ver nada! -le dije en broma mientras reía al compás de él.
- Me estás mintiendo, estás viendo todo perfectamente, ¿a que sí? -dijo de repente, con la voz muy seria.
- ¡Que no! -grité de nuevo.
- ¿Cuántos dedos tengo? -preguntó serio.
- ¿Cómo lo voy a saber? Tienes las manos en mi cara, idiota.
- No me insultes, niña.
- No soy ninguna niña -me defendí yo cruzándome de brazos.
- Ya lo sé -su voz tranquilizadora me hizo temblar una vez más.
- ¿Puedes quitarme las manos ya, por favor?
- Eres una ansiosa.
- Y tú un idiota, y me lo callo siempre.
- ¡Pero si me lo acabas de decir! -se burló él. Yo me hice la enfadada- ¿Así que un idiota, eh?
- Sí -respondi rotunda.
- Pues muy bien, este idiota, tiene una sorpresa para ti, que sé que te va a encantar. Abre los ojos, cariño -dijo antes de quitarme la mano de los ojos. Cuando abrí los ojos, no sabía qué decir. Aquello era precioso. Un pequeño mirador, en medio de quién sabe dónde, desde el que se podía contemplar el pueblo entero moviéndose al ritmo de la música. Las estrellas nos miraban mientras demostrábamos nuestro amor o... lo que fuera que teníamos en ese momento. Porque ya no estoy segura de que llegase a ser amor en algún momento. 
-
He abierto los ojos, cariño. Ya he llorado, mucho, incluso he gritado hasta desgarrarme la voz. Que poco haría sin ti, me decía cada día. Incluso he llegado a imaginarme en lo más alto, subida a una barandilla y mirando hacia abajo, sin vértigo, abriendo mis brazos (era una sensación de alivio y de desahogo), algo bueno entre tanta ruina. Pero nunca tendré el valor para hacerlo, nunca saltaré, porque tanto silencio nunca me ha gustado. 
Espero que te vaya bien, mientras yo me recuepero de mi proio tropiezo. Porque fui yo la que me engañé pensando que por fin te había encontrado. Y yo no puedo hacer que seas la persona que quiero que seas. Sé que volveré a engañarme, creyendo que por fin habré encontrado mi verdadera y única felicidad. Pero esta vez ya sin ti, ya no contra ti.