- ¿Qué miras? -preguntó Sonia, colocándose detrás de su amiga.
- Si está conectado.
Sonia resopló y, después de abrazarla, giró la silla donde Ester estaba sentada para que la mirara a la cara.
- ¿Aún sigues así?
- Sí -se limitó a responder ella encogiéndose de hombros, como si fuera algo lógico.
- Pero, ¿tanto le quieres?
- Sí -volvió a repetir ella.
- ¿Después de todo el daño que te ha hecho? Parece que no quieras darte cuenta, Ester -se sinceró su amiga, acariciándole el pelo dulcemente.
- Después de todo, aún le sigo queriendo. Después de todo, aún sigo mirando si está conectado, sí. O el tiempo que hace que no se conecta. Después de todo, aún miro su foto de perfil para ver si le comentan alguna de sus amiguitas. Después de todo, me sigo poniendo roja cuando me dice alguna indirecta muy directa de las suyas. Y sigo sintiendo ese cosquilleo en mi estómago. Después de todo, él es el que me pone... -Sonia levantó las cejas y la miró sorprendida-. Nerviosa, Sonia. Me pone nerviosa... cuando le da a me gusta en algun estado mío. Y sí, después de todo el daño, le sigo queriendo.
- ¿Por qué?
- Porque él ha sido mi primer amor, el que más me ha marcado, el que se quedará ahí para siempre, después de todo. Porque... no lo sé, es inexplicable. Besarle. De eso se trata, sí. De sal. De cicatrizar con su saliva, con su mar. Con sus idas y caídas. Con mi "quédate" constante, o con mi "vuelve, y no muy tarde". Con promesas de una mañana, y que, al llegar la noche aún está dispuesto a cumplir. De eso se trata... o se trataba. Porque soy consciente de que me prometió una vida, y solo duró lo que dura una calada. Esa calada que me prometió no es vida. Pero, ¿para qué vivir si no es por él? O, ¿para qué fumar, si no es a él?
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