divendres, 3 d’agost del 2012

La felicidad está rodeada de dolor.

Recuerdo perfectamente cómo pasó, es uno de esos momentos de la vida que no quieres ni puedes olvidar nunca. Ella estaba ahí, tan guapa como siempre. Con esos ojos verdes y grandes que me tentaban a perderme en ellos. Sin embargo, me mataba por dentro que solo fueramos amigos. Así que me armé de valor, que no sé ni de dónde saqué, y me acerqué a ella decidido a acabar con nuestra amistad y empezar, si tenía esa suerte, algo más. Me temblaban las piernas y me fallaban la fuerzas para sostenerme de pie delante de ella. Sabía el enorme riesgo al que me iba a someter. 
- Tengo que decirte algo, Sofi, pero tengo que decirtelo mirándote a los ojos... -le susurré mientras ella miraba todo y nada que nos rodeaba. La verdad, es que no pude descifrar qué observaba con tanta atención. 
- Tú también me gustas a mí, Marcos -dijo girando la cabeza hacia mí, haciendo que nuestras narices se tocaran.
Me quedé de piedra. ¿Ella también podía sentirlo? No me faltaron ganas de ponerme a dar volteretas de la felicidad o cogerla de la mano y ponerme a correr, hasta que vi en sus ojos un brillo distino al de siempre. Un brillo que no expresaba alegría y felicidad, como cada día. En ese momento, expresaban rabia y dolor. Mi sonrisa se volvió gris, hasta que terminó desapareciendo por completo cuando dijo:
- Tengo novio. 
Le solté la mano que segundo antes le había cogido casi sin darme cuenta y retrocedí un par de pasos para asimilar bien lo que acababa de escuchar.
- Pero no le quiero -dijo mientras volvía a mirarla a los ojos. Algo dentro de mí se rompió cuando pude ver que los ojos empezaban a enrogecer, si la veía llorar me hundía. 
- ¿Tienes novio, y no le quieres? No entiendo nada, Sofia -dije intentando que mi voz sonara dulce, aunque en ese momento solo quería gritar. 
- Te quiero a ti, pero...
- ¿Pero? Tienes novio, no le quieres porque quieres a otro que también siente lo mismo por ti. Yo le veo una fácil solución. Déjale y vente conmigo. 
Me miró un minuto, casi un segundo. Apartó la vista enseguida porque no era capaz de manterme la mirada, aunque yo a ella tampoco. 
- No puedo hacerlo -dijo en un susurro, casi que dudé si lo había dicho de verdad o me lo había imaginado-. No puedo -volvió a repetir más alto. 
- ¿Por qué? 
- Porque tengo miedo. 
Me quedé callado durante unos minutos mientras miraba al "todo" y al "nada" que Sofia miraba antes. Y entonces entendí qué estaba mirando. A lo lejos, muy a lo lejos, vi unos nubarrones negros llorando qu estropeaban el paisaje. Y entonces lo entendí. La felicidad está rodeada de dolor. No entendía a qué le tenía mieda exactamente, pero puede hacerme una pequeña idea. 
- Esto va a funcionar, Sofi -volví a acercarme a ella-. Lo sé, no me preguntes por qué, pero lo sé, Debe ser así. Ambos nos merecemos un final feliz. Y para mí, mi único final feliz lleva tu nombre tatuado con fuego. No puede ser de otra manera. 
- ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? -dijo elevando el tono de voz. 
- No lo estoy, pero te quiero. Y eso es lo único de lo que estoy seguro, pero me vale. ¿Y a ti, también te vale?
Me volvió a mirar. 
- Me vale. 

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