Sentirse por un día uno mismo es un capricho que pocas personas se pueden dar. Vivimos en un mundo de particularidades que nos exigen fijarnos en el exterior del otro. Estamos acorralados, acechando de un lado a otro para preservar nuestra imagen. Al fin y al cabo, parece que es lo único que nos queda, como si se tratara de maquillaje que nos disfraza de un falso yo. Así, bajo el nombre de apariencias, la sociedad se vacia en un embudo que nos vuelve cada vez más pequeños.
Me cansa el alma ver como nos movemos a la par, todos iguales. Sin darnos cuenta, nos hemos ido convertiendo en los hilos viejos de una marioneta que parece pudrirse con el tiempo. Me rio de todos aquellos que rien, critican, comentan, presumen, aparentan. Pero sin embargo no puedo, porque creo que yo también pertenezco al compás de esta cadena.
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