Llega un momento en la vida de todos nostros en el que debemos tomar una decisión. Que seguramente, será una de las más difíciles a las que nos tengamos que enfrentar en la vida, y cuya más correcta solución sea, también, la más dolorosa.
A veces ocurre que nos importa tanto una persona, que los pequeños problemas y discusiones parecen enormes decepciones. Lo más duro de todo esto es, que en la guerra y el amor, todo vale. Que hagamos lo que hagamos, hay alguien que siempre pierde. Normalmente, el que quiere más, el que más se ha entregado. Y eso es lo triste. Que la otra persona tiene la fuerza suficiente para seguir su camino cuando, casualmente, quien tuvo que tomar la decisión para que pudiese hacerlo, es el que más tendrá que pasar una larga temporada intentando reconstruir su corazón, echando de menos algo que él mismo dejó, y que sabe que ya es imposible retomar.
Así es el amor. Sin realciones que duran para siempre. Con finales. Y con alguien que siempre continua amando. Chico deja chica, chica deja chico. Y el orgullo se los come a todos. Unos, porque les han dejado y no quieren mostrarse débiles. Otros, porque la sola idea de volver a fracasar o de que el miedo les consuma, les obliga a pensárselo dos veces.
Pero, al fin y al cabo, nos arriesgamos a que ocurran cosas así cuando estamos enamorados. Porque todo empieza con un "tengo miedo de quererte", que es equivalente a "tengo miedo a tener que olvidarte".
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