Llegamos a su casa, borrachos, sin poder anadar siguiendo un linia recta perfecta. Él me miraba con esa sonrisa burlos y yo, a su vez, me sonrojaba al pensar lo que estaba a punto de pasar. Me llevó de la mano hasta su habitación, ese cuarto tan desordenado, como en mis sueños. Sin saber como ni por qué estaba en la pared, él me besaba, yo solo me dejaba llevar. Notaba el frío de la pared en mi espalda, pero a su vez, sus manos cálidas por mi abdomen. Se acercó a mi oído y me susurró "me encantas, princesita".
Esa noche pasó demasiado rápida a su lado, y yo tenía que volver a mi lugar, mi ciudad, lejos de él. Me acompañó al tren, sin decir palabra, mirándome de reojo y negando con la cabeza. Allí de nuevo en la parada, me acarició la cara y me dijo que me quería, yo sonreí y le prometí que íbamos a pasar el resto de nuestra vida juntos, sin volver a separarnos.
Y así fue, después de tres años, decidí no irme, no despedirme de esas noches que pasábamos juntos.
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