divendres, 8 de juny del 2012

Prefiero ser un recuerdo que una costumbre.


Y entonces ocurre lo que creías que nunca iba a ocurrir, le conoces. Y no sabes lo importante llegará a ser en tu día a día. 
Empezais a hablar y te das cuenta que nunca se corta la conversación, siempre habláis aunque sea de tonterías, lo único que pretendéis es que no dejar de hacerlo; porque ese momento, es cuando más sonrisas te salen de en todo el día. Ese momento en que el os conectáis a la vez, uno buscando al otro, jugando a quién habla antes. Y encontes, empezais a trataros con palabras cariñosas y te empiezas a fijar en él, nunca pensabas que te empezaría a encantar, y a medida que pasa el tiempo vas descubriendo más virtudes que te gustan de él y todos los defectos los vas dejando de lado, hasta te divierten. 
Y llega el momento, el día en la que esa persona está rara, no muestra ese interés en la conversación y te duele, se te forma un nudo en la garganta, tienes unas ganas tremendas de llorar, de preguntarle el por qué de ese cambio, si ya no le apetece habar contigo. Ahí es cuando te das cuenta de que estás atrapada en él, ya no hay salida sin sufrimiento solo queda luchar para intentar que todo salga bien y conseguir salir de ese trance con los menos rasguños posibles. Pasan varios días y esa persona cada vez está más rara, tú sigues diciéndole palabras bonitas, intentas demostrarle que es importante para ti, pero su actitud no ayuda sino que te deja cada vez más chafada y te aleja, pero aun tienes esa mínima esperanza de que te diga que es una mala racha, que a él le importas. 

Hoy me doy cuenta que rompí una promesa con una persona muy importante para mí: "Prometo no volver a llorar por ninguno, prometo que solo serán una simple distracción para divertirme, que mi sonrisa no dependerá de ellos." No sabía hasta que punto estaba equivocada... Y ahora ya no hay vuelta atrás.

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