- Esto no es justo, no me lo merezco -me mira con los ojos brillantes y rojos, no soporto verla de esta forma así que desvío la mirada hacia la ventana.
- Yo tampoco me lo merecía. Normalmente, las cosas que crees que nunca te van a pasar, te pasan. Y duele, lo sé.
- ¿Cómo te diste cuenta, tú? -me pregunta mientras la observo haciendo gestos con las manos para que la mire de nuevo.
- Es simple, -empiezo a hablar mientras tuerzo la boca, en otra circunstancia eso podría interpretarse como una sonrisa, pero no lo es-. ¿Recuerdas todo lo que pasó hace un par de meses?
- ¿Te refieres a cuando lo pasaste tan mal por...?
- Sí, a eso me refiero. Pues bien, yo las necesitaba y ellas desaparecieron.
- ¿Así de fácil? ¿Así de rápido?
- Entonces no me pareció fácil ni rápido, me hundí. Me hundí de tal forma que no era capaz de ver las cosas con claridad. Llegaron a ser tan importantes en mi vida que... no lo sé, me precipité demasiado al creer que ellas estarían siempre, para todo. Pero no fue así, desaparecieron. Ellas sabían perfectamente cómo me sentía. Creo... que les gustaba verme sufrir, parecía que lo disfrutaran.
- ¿Enserio crees es eso? -me mira sorprendida, como si fuera algo extraño lo que acabo de decir, pero no lo es.
- Sí. Las veías a ellas, sonrientes, aparentemente felices. Pero no lo eran, yo sé que no lo eran, yo las conocía demasiado bien. Pero luego me veías a mí, completamente sola, me faltaban ellas y eso se notaba. Ellas lo sabían, sabían que las echaba de menos. Intenté hacerme la fuerte, pero el papel de la "señorita todo me va bien" no es mi papel. Nunca lo ha sido.
- ¿Aun las echas de menos?
- Las veo cada día, no puedo echarlas de menos -pongo los ojos en blanco y después sonrío.
- Ya me entiendes... -dice sonriendo dulcemente.
- Creía que nunca dejaría de echarlas de menos, pero hoy ya no son importantes en mi vida. Ya no forman parte de mi mundo, solo son otro capítulo. Solo uno más.
- ¿Y ya está? -me pregunta mirándome a los ojos, como si esperase algo más. Me encojo de hombros y espero a que vuelva a hablar-. Vamos, sé que hay algo que no me has dicho.
- No se te escapa una, ¿eh?
- Te han delatado tus ojos, como siempre -rie y espera a que empiece a hablar antes de acomodarse más en el pequeño sofá.
- Veras, quizás no sea tan fácil como puede parecer desde fuera. Me decepcionaron, pero quizás yo también a ellas. La verdad, siempre me he sentido culpable en toda esta historia. Creía que si se habían alejado, era culpa mía. Que yo había cometido el error, pero como era incapaz de encontrar ese error, me cerré en mi misma, olvidándome de las personas que tenía al lado, las que valían de verdad. Me olvidé de todos ellos para centrarme solo en esas personas que no se merecían ni un segundo más de mi vida. Y entonces... -me quedo callada y aguanto las ganas de reirme cuando veo la cara de impaciente que pone mi amiga.
- ¿Entonces, qué? -me dice con los ojos abiertos como platos.
- Entonces, alguien, me enseñó que amigos de verdad, se tienen pocos. Que muchos solo están por conveniencia, y muy pocos por ti de verdad. Y sí, sé que ahora lo estás pasando mal, pero ya ha llegado el momento en que te des cuenta de que pocas personas estarán ahí para todo.
- Entonces, tengo suerte de tenerte, ¿no? -dice sonriendo, otra vez.
- Yo no voy a dejar que pases lo que he pasado yo, no quiero. Puedes estar tranquila, yo voy a estar siempre.
- ¿Lo prometes? -dice mordiéndose una uña.
- ¿Y tú? -digo imitándola.
- ¿Lo prometemos juntas? -dice tirándome un cojín.
- Te lo prometo -decimos a la vez.
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