Silencio. Nadie sabe muy bien qué decir, creo que sobran las palabras, porque ninguna hará que me sienta mejor.
- Yo ya me voy, perderé el vuelo.
Asiento lentamente. Un nudo enorme en mi garganta me corta el aire y no me permite hablar. Se gira y antes de subirse al coche con camino al aeropuerto, me dice adiós con la mano. Le respondo con una de mi mejor sonrisa. Sonrisa falsa y con cierto gusto a sal. Me limpio las lágrima con la manga de mi jersey morado. El coche negro ya ha pasado el límite de mi campo visual, ya no está. Y ahora es cuando me dan ganar de abrazarla y decirle lo que en estos meses no le he dicho. Que la voy a echar de menos, que es mi mejor amiga y no va a cambiar, porque no quiero que cambie. Que la distancia que nos separa, es la misma que nos une. Una mano se posa en mi hombro y me obliga a girarme. Ha venido...
- Tarde, como siempre -digo sin cambiar mi expresión de asco y tirsiteza.
- Lo sé, me he dormido. ¿Hace mucho que se ha ido?
Sacudo la cabeza, a penas hace unos minutos. Unos minutos en los que ya la extraño.
- Os seguiréis viendo, nada tiene por qué cambiar, cariño -acerca su mano a mi cara, pero la esquivo con facilidad. Hoy no estoy de humor para sus cariñosas muestras de amor.
Me mira con tristeza, casi diría que le duele tanto como a mí que mi amiga se haya ido. Pero no, no le importa lo más mínimo. Vuelve a mover su mano, esta vez para coger la mía, y ahora ya no lo evito. No tengo ganas ni ánimo de discutir. Me sonríe, con tanto amor, tanta ternura, que se me hace imposible no devolverle la sonrisa. Y por un momento me siento culpable. Culpable por sonreír cuando mi mejor amiga se ha ido a vivir al otro lado del "charco". Y como si me leyera la mente, mi novio me mira a los ojos antes de decirme:
- Ella quiere que seas feliz. Eres su mejor amiga y te quiere. Si fueras tú quien cogiera hoy un avión con destino a muy lejos de tu vida habitual, dejando a las personas que quieres, ¿te gustaría que estuvieramos llorando y hundidos a cada momento?
- Supongo que no.
- Pues entonces hazlo por ella, sonríe.
Me entran ganas de llorar cuando le escucho la última frase, refiriéndose a ella, a mi mitad, a mi alma gemela, a la que alimenta mi locura y la que la frena. Pero reprimo y me trago las lágrimas que quieren salir y después de un ruidito que sale de mi boca por tragarme las lágrimas, sonrío. Esta vez sin remordimiento ni culpa aparente. Sonrío, por ella.
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