Acabo de descubrir que solo eras un cobarde. Que huyes espantado del amor, como si fueras alérgico a ello. Cuando en realidad lo que más deseas es encontrar a esa chica que te vuelva loco. Es un pena que no fuera yo. Ni todas las demás. Tenías tu manera de hacer sonreír con pequeños detalles como un mensaje de buenos días a las ocho de la mañana. O un "¿a quién tengo que matar?" cuando me veías mal. Siempre sabías elegir las palabras adecuadas. Eras todo lo que necesitaba. Y, la verdad, es que no tengo nada malo que decir de ti, porque hasta tus manias eran adorables. Solo sé que desapareciste sin darme una razón. Y que tus "eres el amor de mi vida" eran más falsos que la zorra de la esquina. Tus promesas volaron con el último cigarro que te fumaste estando conmigo. Quizás tenías miedo a ser querido, a que alguien fuera capaz de dar su vida por ti. No te culpo, el amor es una mierda, o al menos ahora que ya no estás.
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