Caminaba intentando seguir una linia recta que siempre acababa torciendo. No, no iba borracha, al menos no de alcohol. Iba borracha de sentimientos, de dolor, de felicidad. Su vida se había convertido en una puta montaña rusa, pero no de las que gustan a todo el mundo. Sinó de las que marean cuando te subes por segunda vez. No se había percatado de que llovia, ni de que las gotas se colaban entre los agujeros de sus tejanos rotos. Miró al cielo y cerró los ojos al notar gotas en la cara que caían con fuerza. Se colocó la capucha de su sudadera negra, pero no hacía prácticamente nada, así que llegaría a su casa completamente mojada. "Ya no es lo mismo, ¿no lo notas? Ya no hay amor, ya no hay ganas de comerte a besos, ya no hay nada". Volvió a repetir la maldita frase en su cabeza, esa que hacía más de un mes que había escuchado, pero que le seguía calado hondo, más hondo que esas gotas frías que caían del cielo.
Taxis y coches resbalaban por la carretera. Mujeres preocupadas por sus peinados. Hombres vestidos de traje con maletines demasiado caros como para que una cuantas gotas ordinarias lo mancharan. Niños corriendo y saltando, bajo las advertencias de sus padres. Adolescentes metidos en portales y reiendo. Pero pocos como ella caminaban bajo aquella lluvia improvisada.
No entendía porque, pero casi todo el mundo temía a cuatro gotas de agua que caían sin orden ni sentido. Que estaban frías, y que despertaban su cuerpo y su mente, haciendo que dejara de pensar en la catástrofe formada en su interior.
Los enamorados, por ejemplo, solían darse besos bajo la lluvia, como en las películas. Pero en las películas nunca salía el resfriado del día después.
Aquel pensamiento la hizo sonreír, pero al instanté se evaporó cuando notó que algo vibraba en su bolsillo delantero del pantalón rasgado.
Mensaje de Whatsapp.
- ¿Necesitas un paraguas? -era él.
- Estoy bien -se limitó a responder ella. Se sonrojó al pensar que quizás había contestado demasiado rápido.
- Que raro, imaginé que se te habría olvidado el paraguas, como siempre -contestó después de un par de minutos, haciéndose derrogar y creando cierto nerviosismo en ella.
Se paró en un semáforo en rojo y escribió algo a toda velocidad sobre su teclado táctil para evitar que se mojara mucho. ¿Lo enviaba? No, mejor no. Pero al intetnar darle a borrar, sin querer, le dió a enviar. Y se envió. Y en pocos segundo él leyó:
- Si pudieras pedir un deseo ahora mismo, sin pensarlo, ¿cuál sería?
No obtuvo respuesta. Ella avanzaba por la calle, casi desierta por la tormenta que cada vez empeoraba. Miró el móvil de nuevo. Sin respuesta.
Un sonido agudo seguido de un toque de vibración sonaron en sus pantalones. Tardo menos que nada en coger el móbil.
- Para el tiempo -leyó mentalmente.
- ¿Para qué? -esta vez tardó un par de minutos en responder. Y, tambien, esa vez, él tardó menos en contestar.
- ¿Nunca has deseado estar con una persona de una manera para siempre? Yo, si estuviera enamorado, me encataría ver a mi novia en el otro lado de mi cama, mientras se despierta con esos ojos que me habrían enamorado. Por eso yo, sinceramente, pararía el tiempo.
Sintió un escalofrío al terminar de leer. "Si estuviera enamorado..." Por un momento pensó si se llegó a enamorar de ella. ¿Por qué no? Sonrió imaginándose que sí, que la llegó a querer.
Un círculo de personas pasaban a la misma vez que ella por la calle, y bajo el mismo cielo, ella desde la calle, y él desde su casa, pensaron lo mismo.
¿Cómo sería levantarse uno al lado del otro?
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