- Tú me hacías sonreír. Y si ya no estás, ¿qué motivos tengo para hacerlo?
- Nunca he dicho que dejes de sonreír por muy triste que estés, no sabes quién se puede enamorar de tu dulce sonrisa, como hice yo.
Quizás diga que ya no te necesito, que tu recuerdo cada vez es más borroso y que ya no te imagino aquí. Quizás diga que nunca llegué a estar enamorada de ti, que todo empezó y terminó siendo un juego también para mí. Quizás mienta. Quizás en su momento no supe decirte lo que me importabas, ni las ganas que tenía de verte cada día. Quizás me haga la fuerta y no quiera admitirlo pero, te echo de menos. Tanto, que he dejado de controlar mis impulsos y mis pensamientos. No es sano estar todo el día pensando en ti. No es sano vivir con tu imagen en mi cabeza, ni es sano torturarme pensando que la culpa la tuve y la tengo yo. No es justo. Pero tampoco dejo de pensarlo. Quizás, porque no pueda evitar pensar que si el error no fue tuyo, debió ser mio. ¿De quién si nó? Las cosas no suceden porque sí.
Quizás, creas que ya no soy la personas que creíste que fui. Quizás, nunca fui la persona que creíste. Quizás, me eches de menos de verdad. Quizás mientes tú también. Quizás nunca me has llegado a querer, ni a tener algo de cariño. Quizás yo siempre he sido tu última reserva, la que nunca falla. Quizás me equivoque. Pero quizás no. Quizás debería dejar de torturame de esta manera o, simplemente, me niego a enfrontarme a la parte de mí que aún me recuerda a ti, por si la pierdo. Porque, como ya he dicho muchas veces, si te pierdo, muero.
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