dissabte, 7 de desembre del 2013

Llegó a mi vida un día como otro de verano. Y seguramente mentiría si ahora mismo dijera que no me enamoré en el primer segundo en que le tuve enfrente. Sabéis ese momento en las películas en que todo va a cámara muy, muy lenta y suena una música de fondo, bajita y suave? Mirarle es siempre así. Como si nada existiera, como si tuviera delante de mis narices a la mismísima razón del sentido de la vida. Hoy hace 6 meses que encontré algo que no buscaba. Y como si de ángulos se tratase, mi vida ha dado un giro tan grande que he terminado detrás de su espalda. Una vez, me hablaron de la complejidad de los abrazos, de lo difícil que resultaba que dos personas encajaran perfectamente en uno de ellos, no sé muy bien cómo explicar esta parte, pero los puzzles nos miran desde la mesa, embobados, envidiando tanta complicidad.
Cariño, superas a cada segundo las perspectivas que tenía de ti.
Esta vez me toca a mí ser quién diga las cosas bonitas, quién admita que en este juego no ha perdido nadie, que ha sido una doble victoria. Y es que te escribo esto para darte las gracias por eso, por nuestros momentos y porque las promesas que un día hice no las va a romper ni el tiempo, ni terceras personas. Esto no es más que un par de promesas medio camufladas entre palabras y un intento de recordarte lo genial que puedes llegar a ser (y eres). Y es que a ti te miro de un modo distinto; que no hay nada más bonito que despertar a tu lado con tus cosquillas. Que los despertares no merecen la pena si no son contigo. Y sabes que nunca dejaría que nadie te hiciera daño, que no soportaría verte mal. Aunque he de admitir que estás guapo incluso cuando estás triste. Nunca nadie había conseguido tantas cosas en mí, como lo has hecho tú. Y esto es tan genial, que tengo miedo de perderte, de que esto vuelva a ser una historia que termina como otra cualquiera, que cada uno sigue su camino y deja que el otro se vaya sin hacer nada al respecto. Aunque algo me dice que esta vez no será igual. Bésame si me equivoco, pero esta vez, creo que es mejor que todas las demás anteriores. Esta vez las cosas van de paciencia y aguante. Entraste en mi vida hace medio año, y ahora ya no sabría ser sin ti. Ahora lo único que quiero es despertar a tu lado después de largas noches de conversación y decirte muy bajito que no es que no quiera estar contigo, es que no me imagino estando sin ti. Ha pasado el tiempo y yo solo prometo que un día lo pararé, y nos quedaremos a vivir en la cama.
PD: lo sabes de sobra, pero por si acaso se me olvida... te quiero.

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