dissabte, 19 de gener del 2013

Hoy solo eres polvo.

Hola.
Después de tanto tiempo que me prometí no volver a hablarte o escribirte, aquí me tienes. Escribiéndote eso y dándome cuando que aún me tiembla el pulso al pensar en ti. Pero ya no te escribo por lo mismo que otras veces. No te escribo para decir que aún te quiero más que a nada ni para decir todo el rencor que te guardo, porque sinceramente ya no siento ninguna de esas dos cosas. 
Quería decirte lo que sentí al cruzarme contigo en la calle hace un par de semanas. Porque, me quedé helada al mirarte a los ojos. Y solo se me cruzó una palabra por mi cabeza: gracias.
Gracias por haberme hecho esta persona que soy ahora. Por haberme hecho más segura, más inteligente, más sensible y menos inocente. Gracias por haberme enseñado que los cuentos de amor de príncipes y princesas solo son eso, cuentos. 
Me enseñaste que en la vida hay personas buenas, pero también malas que se disfrazan de buenas. Gracias por haberme enseñado que decir "te quiero" no son palabras sagradas, que son palabras que cualquiera pueda decir, pero no todos podemos sentir. 
Me enseñaste a que por más que yo le abra a alguien las puertas de mi casa, de mi corazón, de mi cama y de mi vida, no quiere decir que esa persona me las abra a mí también. 
Gracias por haberme dicho mirándome a los ojos que me querías, que nunca me engañarías, que yo era la chica de tu vida con la que algún día tendrías hijos. En fin, gracias por tantas mentiras. Aprendí a ya no enamorarme de palabras sino de hechos. Gracias por todas las veces que me culpaste por nuestra relación. 
Ahora sé que yo hice todo lo que estaba a mi alcance por buscar lo mejor para todos y creo que lo logré. Mirando atrás, puedo decir que el año pasado me trajo más cosas buenas que malas, porque, también, fue el año que más crecí. Me di cuenta de lo mucho que me menospreciaba y lo mucho que me menospreciaron. Y ya no soy aquella niña inocente que se creía todo lo que le decían. 

Cuando me topé contigo en la calle, al ver tus ojos ya no vi a aquel chico dulce del que hace años me enamoré. Dentro de tus ojos solo vi un gran vacío y me di cuenta de que estube enamorada de una ilusión, de una mentira, de un cuento, de una máscara. Pero no te culpo por eso, al contrario, te lo agradezco porque la desilusión me genera más ganas de conocer a una persona de verdad que me devuelva todo lo que yo le doy, sin tantas palabras y con más hechos.
 Creo que ya te he dicho todo lo que sentí. Porque, realmente, lo necesitaba. 
Gracias por haber sido el mayor error y la mejor lección. 

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