dimarts, 26 de juny del 2012

Nunca admitirás que quieres a alguien, hasta que le veas queriendo a otra persona.

Se levanta de la cama sin hacer ruido, se gira para mirarlo una vez más. Qué tierno es cuando duerme. Y cuando no duerme. Se pone sus pantalones cortos azules y sale de la habitación. 
Se siente mal, en el fondo no lo gusta hacer esto, pero se lo prometió a ella misma. No más amor en su vida, no más enamoramientos, no más "te quiero" verdaderos. Cierra la puerta principal, con cuidado. Demasiado daño ha sufrido ya. Ahora es hora de devolverlo. Ahora nadie más se va a reír de ella, ya no. 
Se mira en el espejo del ascensor. En el fondo, no está contenta con lo que hace. ¿En qué se ha convertido? Hacer daño a los demás, no le hace sentirse mejor. Resopla y se vuelve a mirar. Las puertas del ascensor se abren y entra una ancianda con bolsas de la compra, se intercambian una sonrisa falsa y espera a volver a quedarse sola de nuevo para volver a reflexionar. Sabe que no está bien. Pero tampoco quiere enamorarse. Es la seguna vez que termina en la cama de ese chico. Maldita coincidencia... o destino. No, no y no. No puede gustarte. Es uno más. Solo un juguete. Y de repente, le entran arcadas. ¿Cómo ha llegado hasta este punto? Ahora es ella la que juega, ahora se ha convertido en lo que siempre ha odiado. Ahora se odia. Pulsa un botón del ascensor y éste vuelve a subir. Llama a la puerta, avergonzada, pero hace lo que debe, lo que siente. La puerta se abre y aparece su cara, enfadada, pero cambia al verla. 
- Yo... lo siento...
No la deja terminar. La besa, sin rencor, sin odio, con amor. Y después de  mucho tiempo, ella se deja y vuelve a entrar en el mundo del amor. 

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