divendres, 12 d’octubre del 2012

Te quiero.


Os hablaré, de los chicos. Habitualmente son gilipollas. Uno más que otros, obviamente. Te suelen tratar como a un juguete. Un día les gustas y al otro deciden ignorarte. La mayoría son tontos, no suelen enterarse de nada, ni aunque les tires un millón de indirectas. Hay que decirselo todo claro. No aprecian nada de lo que haces por ellos. Y cuando estás ilusionada por hablar con él e intentas sacar conversación, él te responde con jodidos monosílabos. Además de que solo se fijan en el físico, no ven más allá. No profundizan. La mayoría no son detallistas y no se acuerdan ni de la mitad de las cosas. Un porcentage alto de chicos, no son nada románticos, ni te besarán debajo de la lluvia, ni te susurrarán un te quiero al oído. Te llevan a la cama, pero no precisamente para decirte un 'Buenas noches princesa', darte un beso en la frente y dejarte dormir abrazada a él. Además son unos egocéntricos, que solo piensan en ellos mismos, no piensan en como estarás tú. Y siempre, siempre, tienen que llevar la razón en todo o casi todo. Y por supuesto, solo viven por y para sus amigos. Son jodidamente complicados.
Y aún así, con todos esos defectos que los chicos tienen, tú ahora mismo, estás llorando por uno de ellos.  Porque al final, las chicas somos las más tontas e incompresibles. Y yo, estoy enamorada de uno de esos gilipollas. Y si pudiera dar marcha atrás y poder elegir. No cambiaría nada. Lo elegiría a él y a todos sus putos defectos, porque todas sus virtudes le dan mil vueltas a sus defectos. 

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