dissabte, 11 d’agost del 2012

Un hombre enamorado de una mujer, nunca será igual al resto de los demás

- Son iguales -me limité a decir, encogiendo los hombros-. Todos los hombres son iguales.
- ¿Estás segura? -me preguntó-. Ni siquiera dos gotas de agua, cayendo a la misma velocidad y a la misma distancia son iguales. ¿Por qué dos hombres lo van a ser?
- Tus teorías son patéticas, así que déjalas.
- Es que no llevas razón, preciosa. No puedes juzgarnos sin saber. Ni yo soy igual a tu ex, ni tu ex es igual a mí.
- Tú eres un caso a parte, ya lo sabes.
- ¿Por qué soy tu amigo?
Asentí con la cabeza lentamente.
- Y luego mis teorias son las patéticas.
- No te metas con mis frases -le señalé con el índice, amenzante, pero enseguida se puso a reír-. Es estúpido lo que dices sois todos iguales, ahora te incluyo a ti, Iván. Sé que mi ex es idiota... quién sabe por qué me enamoré de él.
- ¿Quiéres que te lo recuerde?
- Quiero que te calles.
- Te le recuerdo.
- No te pienso escuchar, vas a hablar en vano.
- Pues hablaré en vano. Te voy a relatar tal y como me relataste tú tu maravillosa historia de amor, con Jorge. Tu primer beso, tu primero te quiero, y todo ese rollo cursi que te dijo para después acostarse contigo.
Me quedé callada, tenía razón pero me seguía doliendo recordar esa parte de mí pasado.
- Era un cuatro, no, un cinco de abril, lo recuerdo perfectamente.
- ¿Es necesario, de verdad?
Me ignoró por completo y siguió hablando. Este chico no tenía remedio.
- Como decía, era un 5 de abril. Tú volvías a tu casa después de una larga excursión a Barcelona, para ver no sé que rollo de película en 3D y visitar alguna fábrica de chocolate. Estabas cansada, tus ojos lo decían. Llegaste a casa, y... ¿te estaba hablando a ti? Abriste la conversación, que tenía un mensaje sin leer y casi te caiste de la silla de la emoción. Una tremendas ganas de llorar de felicidad vinieron a ti, y esa sonrisa... esa sonrisa tan escondida por fin volía a salir. ¿Y ahora qué?, pensaste. El chico del que llevabas enamorada desde hacia meses, te estaba pidiendo una oportunidad. Muchas puertas se cerraban, lo sabía, pero la más importante se abría. Aceptaste tan rápido que casi te dio vergüenza. Siempre te habías sentido tan sola, tan desentendida por todos. Pero llegó él. Tan distinto de apriencia a los demás, tan dulce, rebelde, innovador, cariñoso. Tan Don Perfecto. Tan Mister Gilipollas. Y te conquistó, sabes que sí, Jorge te conquistó sin apenas esfuerzo. Pero, después de muchos meses juntos, creiste que no érais el uno para el otro, que el amor se hacía cada vez más pequeño. Y te arrepentiste a los pocos días. Así que decidiste enviarle una carte, con todo lo que sentías y no te atrevías a gritar. Pero nada. Mister Gilipollas, Don Perfecto, o simplemente Jorge, desapareció. Hasta que volvió dos veranos más tarde, para engañarte. Y lo consiguió, pero de qué manera...
Se quedó callado al ver mi rostro, creo que se asustó por el dolor que transmitia.
- No me mires con esa cara -intenté sonreír-. Es así. Jorge es un cabrón, y todos, en un momento o otro, son iguales que él.
- Te equivocas.
- ¿Por qué me equivoco?
- Te equivocas, porque sí. Él fue un cabrón, porque no estaba enamorado de ti. Esa es la diferencia entre los hombres, y su igualdad. Un hombre enamorado de una mujer, nunca será igual al resto de los demás.


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