dilluns, 16 de juliol del 2012

Pequeñas princesas.

No sé si alguna vez habréis escuchado hablar sobre las princesas que no viven en los cuentos de hadas, que viven cerca de ti.
Sí, esas princesas que no llevan vestidos largos, ni coronas, ni zapatos de cristal. Esas princesas que pasean por las calles de tu ciudad, que compran comida basura y helados. Ese tipo de princesas que parecen imperfectas, que las ves y no te llaman la atención porque no destaca, simplemente es una princesa no reconocida. Ese tipo de princesas que a simple vista parecen algo común, indiferente.  
Hace tiempo encontré una de esas princesas. Cuando la conocí, era una niña. Prácticamente era un trocito de pan, dentro de esos ojos que siempre la han caracterizado. Y sobretodo, detrás de esa sonrisa tan suya. 
Hace tiempo encontré una princesa con complejos, desilusiones y ganas de ser feliz. Una princesa con tejanos y sudaderas. Y muchos, muchos miedos. Hace tiempo encontré a una pequeña princesa que perdió la corona tantas veces que se le había perdido. 
¿Y qué fue de ella?
Muchos dicen que creció, otro que encontró a su príncipe. Y la mayoría de personas, dicen que aprendió a vivir de otra manera.
La pequeña princesa que encontré, de aspecto fuerte y luchador, sigue ahí. ¿No la ves? Sí, ha crecido. Quizás aun no ha encontrado al prícipe, pero sí a muchos sapos. Y por supuesto ha aprendido a vivir de otra manera. También tiene el pelo más largo, más oscuro y los ojos más bonitos. Ya no lleva máscaras. Ya no usa sudaderas anchas ni tejanos largos. Ya no tiene miedo a sentir, a luchar, ni ha crecer para hacerse mayor. Ya no es una pequeña princesa como antes. 
No sé si alguna vez habéis tenido la suerte de encontrar a una de esas princesas, que no vieven en los cuentos de hadas, que viven cerca de ti.
Yo ya he encontrado a mi pequeña princesa, sin tacones de aguja ni labios demasiado marcados. 
Esas princesas, con esos miedos y esas características, son unas princesas increíbles.
Mi princesa es increíble.



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