dimecres, 14 de març del 2012

Cuando las palabras no bastan; cuando quien tienes delante en lugar de dar la respuesta que querrías dice otra cosa, dice más, dice demasiado. Entonces el único deseo es devolver ese dolor, hacer daño. Esperando así sentirme un poco mejor, un poco menos perdida, continúo con mis reflexiones. 
Estoy allí, sentada en la misma vieja silla de siempre, mirándome las manos cómo si no fueran mías, pero sí lo son.
He acabado en el sitio equivocado, en la esquina más remota de los mapas, perdida, con un sentimiento de culpa y nostalgia que hace que el pecho se me encoja, que hace que apenas pueda respirar. 
En ese momento me llaman, asiento con la cabeza, fingiendo que escucho. Oigo fragmentos de palabras, pero no me importa en absoluto lo que signifiquen, no ahora. El timbre me despierta, y repentinamente de esa puerta entornada sale él. Oigo su risa, esa que nunca llegué a conocer, esa que sin embargo tantas noches deseé escuchar. Tantos momentos pequeños e insignificantes que todas las noches repaso, siempre ilusa, segura de mi misma, tantos peñascos de dolor enterrados por él, hasta este deseado momento... ¿para tan sólo encontrar su sonrisa? Y ahora está aquí, frente a mí, él inocente, él que no me cree, él que no quiere creérselo, él que lo ve imposible tal vez. Y en ese instante recuerdo todo lo que me hubiera gustado que supieras, todo lo que me hubiera gustado decirte si te conociera.
Arrodillada frente a tu cálida sonrisa, quisiera hacértelo saber, te quiero, y más aún: te quiero por encima de todo aquello que no podemos ver, por encima de lo que no podemos conocer. Te quiero, te quiero a ti. Ahora bien, está claro que no lo voy a hacer, más que nada porque me pediría un por qué, y no, no lo tengo. Así que me quedo en silencio, me acerco, te doy un suave abrazo y me voy. Intento detenerme justo en ese instante, pero no es posible, me paro y mi reloj sigue sonando, un segundo, otro más, te separas. Ya está. Me vuelvo, te quiero. No, no se lo diré nunca más. No hasta que él quiera escucharlo. Y entonces, caeré rendida a sus pies. 


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada