dimarts, 27 de novembre del 2012

Mira al espejo y dime qué ves.

Veo a una chica, de 15 años, pero quizás aparenta unos pocos menos. Lleva el pelo despeinado y ondulado. Va maquillada, tiene los ojos de muchos colores, pero son bonitos, marcados con una raya negra y puede que un poco de rímel. No está gorda, tampoco anoréxica. Va vestido muy informal, no le gusta ir arrelgada sin una buena razón. Lleva una dilatación rosa en la oreja izquierda, y una marca en su oreja derecha que la identifica como única. Lleva un reloj digital, dos gomas de pelo y una pulsera muy vistosa y colorida. Se nota que nunca se quita esas cosas de sus muñecas ya que algunas están algo desgastadas. No me gusta mucho lo que estoy viendo. Es diferente. A todo y todos, a los estereotipos, a la sociedad. No le gustan ni el "buenos días princesa" ni los "te amo mi amor". Nunca se los ha creido. Es una persona que tiene muy claro lo que quiere y lo que no, pero ni ella misma se comprende. Quizás, en algunas ocasiones, es infantil, pero sabe divertirse. No escucharás un "te amo" de su boca, y si dice alguna vez "te quiero", es porque de verdad lo siente. Siempre es la que quiere más. La han traicionado, ha tenido novios, cada uno peor que el anterior; todos han terminado saliendo ranas. La han engañado de la forma más ruïn que puede haber. Le han quitado algo que jamás le podrán devolver, y, lo peor de todo, es que ella misma fue la que se lo entregó. Desde entonces, no cree en Cupido, y odia depender de otra persona para poder ser feliz. Tampoco cree en el día de San Valentín. La chica está llorando, no le gusta hablar de si misma. No le gusta que le digan que se cree guapa o superior, porque hablan sin saber. No es perfecta, pero no quiere serlo. Odia su exterior, pero se quiere interiormente, porque sabe que si no lo hace ella, no lo hará nadie.


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