dissabte, 10 de novembre del 2012

Que sigo esperándote.

- Si la ves... -habló con miedo, inseguridad. Tragó saliva y esperó a que su amigo se diera la vuelta y lo mirara-. Dile que me has visto con mejor aspecto, y que estoy con alguien que me tiene enamorado. Que los días desde que lo dejamos se han pasado volando. Que no me ha quitado el sueño ni una noche, y que nunca he llorado. Que lo nuestro está olvidado.
Su amigo lo miró desconcertado. Sabía que todo eso era mentira y que la seguía esperando. Intentó hablar pero al abrir la boca, él le hizo una gesto con la mano y negó con la cabeza. Volvió a tragar saliva y apartó la vista durante unos segundos para que reprimir las lágrimas y poder seguir hablando, o mientiendo. 
- Dile que yo estoy muy bien -volvió a mentir, sonriendo de lado. Que falsa le había quedado esa sonrisa-. ¡Qué nunca he estado mejor! -elevó el tono de voz y alzó los brazo. Intentó sonreír la boca, pero solo le salió una mueca. Su amigo seguía callado-. Y, si cree que me muero porque ya no está... que va, al final de todo se lo voy a agradecer. 
- ¿Estás seguro, tio? -le cortó su amigo, cuandio vio que necesitaba un descanso, un parón, un alto de mentiras. Se acercó a él y se sentó a su lado. Él asintió. 
- Dile que ya no espero sus llamadas, ni sus mensajes de buenas noches. Que ya no la recuerdo, que ya no me hace falta. Que ya estoy curado, y que lo nuestro ya es... pasado. 
- Escucha... -volvió a cortarle. 
- Dile que ya no voy a volver -sentenció él, sin a pensar mostrar nada en su rostro-. Que no se extrañe si me llama y no contesto. 
Su amigo le miró cuando se quedó callado. Creyó ver una lágrima bajar rápida y segura por su cara.
- Aunque... pensándolo bien, mejor dile... dile que ya no me ves. 

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