dilluns, 12 de novembre del 2012

Sigo aquí, sin ti.

Cerré la puerta detrás de mí con toda la fuerza que pude por la rabia acumulada y caminé sin saber a dónde. Busqué sin saber lo que quería encontrar, grité sin que me importara quién pudiese oírme y en ningún momento se sequé las lágrimas que teñían mi cara de negro a causa del rímel tan poco resistente al agua. Mi mirada estaba nublada, igual que el cielo que cubría la ciudad. Pero incluso ese gris de allí arriba, me parecía más alegre que mi propio estado de ánimo. Empecé a preguntarme qué estaba haciendo, por quién y con qué objetivo. No lo supe, era un impulso, un sentimiento. Aceleré, empecé a correr con todas mis fuerzas sin mirar atrás y sin importarme de quién podría verme correr de tal modo y pensar que estaba loca. Tropecé dejando mis rodillas heridas, como mi interior. Solo veía baldosas que se distorsionaban y se nublaban en mi vista por las mis lágrimas. Lloraba sin saber el motivo, o eso quería pensar, y ahí aparecieron unas Converse desgastadas de color azul y blancas que me incitaban a mirar hacia arriba. Me quedé mirando al suelo. Esperé, guardándome el dolor de mi caida y de todo, pero no se iba. Me agarró de la mano y noté un impulso que me puso de pie, frente a esos ojos marrones y simples, y a la vez tan complejos. Sostuvo mi barbilla y clavando sus ojos con los míos me secó las lágrimas. El sentimiento que me invadía se fue sin más.

Gracias, extraño, has cambiado la definición de mi existencia. 
Lo que resulta bastante triste. Resulta triste que un completo desconocido, en un momento dado, te entienda o te ayude cuando un "amigo" no lo haga en su lugar y le dé un "ya lo entiendo todo" o un "sé quién quiero ser, y quién no". Es triste que no tengas más que a un desconocido que te dé ese empujón para seguir a delante. Es triste que un desconocido te ayude a decir adiós a todo lo malo, mientras otras persones solo te aferren a la mala vida que llevas. Es triste que con un desconocido puedas sonreír libremente y con alguien a quien conoces, no. Porque esa es la palabra: libre. Es triste que te sientas libre con un desconocido y no con una persona que dice quererte. 

Y, como no, vuelvo a enfocarlo todo a ti. Todo vuelve a girar entorno a ti. Todo lo que escribo, termina siendo inspirado en ti, y solo en ti. Todo termina siendo para ti, de mí. Lo cual, pensándolo mucho, también es triste. Te contaré un secreto: revivo cada vez que hablas de mí y sonríes sin querer. Yo no puedo ver si lo haces o cuándo, pero te aseguro que puedo sentirlo. Es inexplicable, incontrolable. No tiene lógica ni sentido, pero lo nuestro, de eso nunca tuvo. Podría decirte que te echo de menos, pero me engaño a mi misma y prefiero mentirnos a ti, a mí, y a todos, diciéndo que te echo de más. Que ya no me haces falta. Lo mejor de todo, es que suena tan convincente que todos se lo creen, es más, creo que tú también lo crees. Pero yo no lo consigo. Y no le veo salida. Esto es como correr en el recorrido de un ocho: infinito, no tiene principio, y tampoco tiene final. Lo nuestro... lo nuestro tuvo un principio algo raro. Y, respecto al final, prefiero no hablarlo ni comentarlo. No es nada personal, cielo. Es que no em gusta sacar los malos recuerdos del cajón. Eres importante para mí, lo sabes. El problema es que yo también lo sé. Y, te pido que me entiendas un momento, no puedo seguir así. No dejo de torturarme pensando en los besos que no llegué a darte. Solo te lo pediré una vez, desaparece de mí vida, por favor. O no, mejor no te lo pido. No sea que me hagas caso y me hundas todavía más. Porque, también es triste, pero te necesito. Sonará a tópico, pero nunca he necesitado tanto nada como a ti ahora. ¿Qué digo ahora? Desde que te conocí. Desde que te acercaste a mí, tímido, y te presentaste sin más. En ese momento ya supe que serías especial. Pero nunca imaginé hasta que punto... hasta ahora. Creo que no es posible querer a alguien más fuerte. Me duele hacerlo. Me duele quererte así, sin control. Porque hace mucho que he perdido el control en todo esto. Creo recordar (es gracioso porque lo digo como si no me supiera de memoria cada detalle de nuestra historia), que todo empezó como un juego, como un simple calentón de verano. Pues cariño, déjame decirte, que yo ya no siento calor. Ya no siento nada, si tú no estás aquí me siento helada. Te quiero. No sé porque lo he puesto, creo que llevo tanto tiempo callándomelo que necesitaba soltarlo ya. Y te lo vuelvo a repetir, así por que sí, ni la primera vez ni la última que te lo diga: Te quiero. Mucho. 



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